26-01-2012.
DOMINGO, 28.
Nos levantamos un poco más tarde: a las ocho y media; y bajamos a desayunar como siempre. Luego fuimos a la oficina de turismo para decidirnos qué hacer ese día en cuanto a las visitas turísticas, pues, si en un principio pensábamos hacer la guiada de 13 a 17 horas en autobús, funicular y ferry -para atravesar el lago- y aprovechar la mañana para, además, ver un museo -o algo parecido- antes y otro después de la visita guiada, al final, sólo realizamos la primera, pues con ella estuvimos más que satisfechos. Terminamos bastante cansados.
Mónica en Zúrich. Al fondo, su catedral.
Sí fuimos antes, para hacer hora, a un lugar estratégico y un tanto elevado, cuya plaza sirve de mirador turístico destacado de esta bella y cosmopolita ciudad que hasta ese día, curiosamente, no habíamos conocido en verdad, pues el resto de los días habían sido para visitar parte de lo más característico y auténtico de este pequeño, pero gran país.
Fuimos andando al mencionado lugar, que está junto al río Limmat. Luego, con la guía turística del autobús, me enteré de que además tiene otro que se llama Shil, como el río gallego…, pero con h intercalada. Margui junior estuvo terminando de escribir a nuestros parientes franceses, Sánchez Cortés. Nos dimos una vuelta por ese recóndito y bello lugar; echamos unas fotos en las que las dos torres redondeadas de la catedral fueron las más fotografiadas junto al río y al resto de iglesias y cúpulas, con sus relojes tan característicos en este país, que funciona como ese milimétrico aparatito.
A las doce y media ya estábamos en el lugar de partida de la ruta turística; y, a la una menos cuarto, nos encontrábamos instalados en el autobús, que al final se llenó, aunque en los primeros momentos estaba medio vacío o medio lleno, según se mire. Una amable guía, un tanto mayor, nos habló en tres idiomas (alemán, inglés y español) que eran las lenguas que entendíamos los que viajábamos en el autobús. Nos fue relatando lo más sobresaliente de esta completa y rica ciudad, que tiene 300 000 habitantes, y de otras ciudades importantes de su alrededor. Es la cuarta bolsa mundial y tiene la calle más cara del mundo adonde los productos son los más costosos del orbe habitado, que ya Mari Carmen Ruiz Ara me lo había advertido- ostentando, también, el título de Ciudad Más Acogedora -o donde mejor se vive- durante varios años, hasta que le fue arrebatado por Viena u otra capital europea.
Montados en el ferry.
Tenía mucho mérito la guía, pues era ella misma la que nos iba explicando todo de viva voz, sin casquitos ni explicación enlatada, como creíamos que iba a ser en un principio. Los que íbamos en minoría éramos los españoles, mientras que el resto de nacionalidades era mayor. También se incorporaron unos brasileños a escuchar en español, que era el idioma que mejor entendían.
La visita consistía en un paseo guiado, en el autobús HILARIO, por la ciudad, para luego ascender desde los alrededores de Zúrich, en funicular, pudiendo apreciar el idílico panorama del lago, de los ríos, de los Alpes nevados incluso en el verano y de la ciudad y su entorno en particular, para luego bajar y atravesar en ferry ‘transbordador’ el lago con el autobús. La travesía duró unos diez minutos escasos. Seguimos la visita para recorrer la otra orilla -que llaman “de oro”-, que es más rica en viñedos y casas señoriales, en donde Lana Turner y otros muchos famosos tienen mansiones que, aunque cuesten caras, al ser los impuestos nulos o mínimos, sirven de efecto llamada para instalarse allí…
Alrededores de Zúrich, desde las alturas, tras subir en el funicular.
La guía nos contó muchas anécdotas: cómo hay que circular a la velocidad marcada en las carreteras suizas, si no, los radares enviarán la multa correspondiente a cualquier parte del mundo, aunque no lleguen a descubrir las autoridades suizas si se viajaba con la querida -u otra persona- de incógnito…; lo cara que es la vida en Suiza, adonde han de trabajar los dos componentes de una casa -o pareja- para llevarla adelante; y la diferencia de sueldo mensual entre las variadas profesiones empleados, banqueros, etc. , oscilando entre 3 000 CHF y 25 000, pasando por 5 000, 8 000, etc.
Graciosamente, al hacer la primera parada, nos dijo la guía que, si el retraso de algún turista era de cinco minutos, éste debería cantar; si fuese de diez, cantar y bailar; y, si de quince minutos, se habría ido el autobús, en respeto a la puntualidad suiza y a los compañeros turistas de viaje que íbamos en el mismo medio de transporte. Menos en la primera parada, en la que alguno se retrasó, el resto del trayecto fue todo como un auténtico reloj suizo, a pesar de las muchas y variadas personas que viajábamos, especialmente cuando tuvimos que subir al funicular y bajar después…
Nos habló también de las iglesias católicas y protestantes para que pudiésemos distinguirlas, diciéndonos que era fácil hacerlo. Si en la cúspide tenían una cruz, eran de las primeras; si banderas, de las segundas. En fin, nos aseguró que son ocho millones de habitantes los que tiene este país, como nuestra Andalucía, y que el 17% son de origen extranjero, pero que se van adaptando a este país de acogida. Las lenguas oficiales son cuatro: francés, suizo-alemán -diferente o más difícil del que se habla en Alemania, con el mismo e interminable número de consonantes por palabra, que nosotros no sabemos cómo se podrían pronunciar-, romanche e italiano. Que los niños y jóvenes tienen diez años de enseñanza obligatoria y que la enseñanza pública está muy bien aquí…
Finalmente, terminamos satisfechos de la visita, destacando las diferentes despedidas que en múltiples y variados idiomas -cual Torre de Babel moderna- nos dedicó la amable guía. A la madre, le gustó especialmente SALAMATINGA, que suponemos será de un idioma africano…
Al fondo, los Alpes nevados.
Luego, ya cansados, preferimos ir al hotel a soltar los bártulos y marcharnos a comer el ansiado rösti -que ya el primer día tomó Margui madre, en el mismo bar-, para después irse Margui junior a contestar unos mails en el ordenador del hotel. A continuación, nos fuimos todos a dar una vuelta, tomándonos un helado, yendo a la calle más cara del mundo para, al menos, tener el gusto de haberla paseado, visionado y haber contemplado sus vistosos y lujosos escaparates de la moda más actual. ¡Menos mal que andaba cerrada por ser domingo, pues el dineral que podían haber gastado -especialmente las féminas- hubiera sido impresionante!, aunque, para decir verdad, llevaba tres mujeres que no son nada gastosas…
¡Ah!, esa mañana, antes de salir, pagamos con nuestras tarjetas de crédito el hotel, haciendo encaje de bolillos para que cuadrasen las cuentas, pues su tope mensual hizo más complicado todo el proceso…
También hubo que ir esa mañana, antes de la visita a la ciudad de Zúrich y alrededores, al Pissoir ‘urinario’ y WC, pagando y comprobando que el hotel McLean de Zúrich era el más grande que habíamos visitado en este país.
Vista parcial de Zúrich.
Seguidamente, fuimos a preparar las maletas y encargar el taxi para las siete de la mañana, pues queríamos estar a las siete cuarenta y cinco en el aeropuerto, puesto que nuestro vuelo partía a las diez menos cuarto. Por lo que tendríamos que levantarnos muy temprano: a las seis, nada menos…
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