04-11-2011.
Amalia trajinaba en la cocina. Canturreaba:
Eres mi vía y mi muerte
te lo juro, compañero,
¡no debía de quererte!,
¡no debía de quererte!,
y, sin embargo, te quiero…
te lo juro, compañero,
¡no debía de quererte!,
¡no debía de quererte!,
y, sin embargo, te quiero…
Indalecio la escuchaba complacido. Se entonaba bien, pero como casi nunca la había oído cantar y menos en la cocina, pensaba que algo raro le ocurría a Amalia. Cosas de mujeres, seguramente, que suelen cambiar de humor en menos que canta un gallo: «Que si ahora estoy mustia, que si ahora brinco y canto». Pero la voz cálida de la mujer se oía fuera, en el bar.