Basta ya con el poder de las finanzas

24-08-2011.

Contrariamente a lo que muchos creen, los que detienen el poder de las finanzas no son gente de una inteligencia extraordinaria. Son gente que se aprovechan de los desarreglos de una sociedad mal estructurada, como también, y a otra escala, algunos médicos, abogados, aseguradores, etc.

Los especuladores, los beneficiarios de la crisis, no tienen ni la inteligencia ni la formación que corresponden y justificarían, quizás, sus ganancias. Se aprovechan simplemente de las circunstancias. De los enormes desajustes de nuestra sociedad que carecen increíblemente de los pensadores y de los políticos que sepan y sean capaces de marcar límites a los excesos.

En el fondo hay una intensa y extendidísima crisis de valores. Pero, ¿qué se le puede pedir de altura intelectual y moral a los lectores de semanarios, y ‑mil perdones‑ a los que pagan cientos de euros para ver a veintidós señoritos corriendo detrás de un balón?

Inteligencia e información son dos cosas muy diferentes. No son tan inteligentes los financieros como correspondería a sus ganancias. Pero poseen la información sobre sistemas y poseen los datos y las cifras. La gente ordinaria carece de datos y vive en sistemas que no entiende en absoluto. Sistemas que los marean.

El problema es la transparencia. La falta de controles sociales. Indignarse está muy bien. Es el principio de todo, porque hay todas las razones del mundo para sublevarse. ¿Pero cómo hacer? ¿Hay que matar, en un sótano de Ekaterinburg, a las hijas del zar y al zarevich? ¿Hay que quemar, sin dejar rastro, todas las construcciones sociales existentes?

Una crisis de valores morales. Seguro. Pero a ver quién y cómo reimplantan esos valores. Empecemos por sancionar, pero de verdad, las ganancias excesivas. Sin escrúpulos. Ganancias y beneficios excesivos ‑hay que decirlo alto y fuerte‑ son absolutamente inmorales. Los que ganan en demasía conocen muy bien el principio de la suma nula en Teoría de Juegos: «Para una suma constante, lo que hay de más en un bolsillo es lo que hay de menos en el otro bolsillo» o, preferentemente, en muchos otros bolsillos, porque así se nota menos. Y eso es muy inmoral. Es escandaloso. Lo puedo decir porque he conocido de cerca a estas personas, ni morales ni inteligentes en exceso. En esas manos está nuestra sociedad.

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