Reseña humana de Quevedo, 1

20-05-2010.
Conferencia para la celebración académica de la festividad de Santo Tomás de Aquino, en el INB “Cástulo” de Linares, con motivo del cuarto centenario del nacimiento del autor.
Linares, 28 de enero de 1981.

Bibliografía consultada
AYALA, Francisco: Cervantes y Quevedo. Editorial Seix Barral, SA. Colección “Biblioteca breve”. Barcelona, 1974. Primera edición. Véase el capítulo “Hacia una semblanza de Quevedo”, pp. 235-272.
ROZAS, Juan Manuel: “Góngora, Lope, Quevedo. Poesía de la Edad de Oro, II”, en Literatura de España (dirigida por Francisco Ynduráin), tomo II, Edad de Oro, pp. 359-372. Madrid. Editora Nacional, 1972.
Otra bibliografía
BLANCO AGUINAGA, Carlos; RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS, Julio; y ZAVALA, Iris M.: Historia social de la literatura española. Tres volúmenes. Editorial Castalia. Madrid, 1978 y 1979.
QUEVEDO, Francisco de: Poemas escogidos. Edición de José Manuel Blecua. Editorial Castalia, colección “Clásicos Castalia”. Madrid, 1979.
 
PLAN DE LA CONFERENCIA
I. Introducción.
II. El personaje Quevedo.
III. El pensamiento de Quevedo.
IV. Las cárceles de Quevedo.
V. Quevedo: ese hombre; este hombre.

I. INTRODUCCIÓN.
Nos hemos reunido para celebrar el cuarto centenario del nacimiento de un autor, Quevedo, que para los que nos ocupamos en los trabajos académicos, como profesores o como alumnos, tiene un marco, más bien estereotipado, de grande de la Literatura Española. Aceptamos la valía, la enorme valía de este autor, unas veces convencidos de ello, porque conocemos de cerca su obra y vida; otras, porque Quevedo hace tiempo que entró en el aura inmarcesible y ciclotómica de los genios, y no podemos dejar de decir que Quevedo es irrepetible e inalcanzable.
En esta breve conferencia, quisiera romper esas ataduras invisibles que nos sujetan al lugar común, y plantear un esbozo humano de Quevedo, mínimo pero suficiente, para que nos acerquemos a él, desde ahora, como a un hombre lúcido, real, lleno de sentimiento y vida. Un hombre lejano ya en su tiempo terrenal, pero que continúa vigente en su actitud, en su vitalismo, en su dignidad, en su categoría humana ante nosotros, que lo recordamos después de cuatrocientos años.
Personalmente tengo que reconocer que Quevedo es autor de mis preferencias; pero no va a ser impedimento este reconocimiento claro de mis gustos literarios para que intente ser objetivo al transmitir el mensaje, las sutiles sensaciones de agudeza e ingenio, de amor intenso y tierno, de gusto procaz y aguerrido, de este personaje.
Quiero dirigirme con estas palabras a todos los compañeros, pero especialmente a los alumnos que asisten a este acto. ¿Qué puedo hacer yo para acercar a sus juveniles alientos un personaje tan lejano en el tiempo y tan distante en el pensamiento? 0, dicho de otro modo. ¿Quevedo puede ser un autor para la gente joven de hoy? Ya sé que su lenguaje y su pensamiento se escapan de la generalidad de los intereses juveniles. Que ellos han de hacer un esfuerzo personal y, tal vez, no estén dispuestos a realizarlo. Por eso, quiero pedir de su amplia generosidad un breve esfuerzo, un interés momentáneo, al menos, para escuchar estas frases mías, mal engarzadas, sin duda, pero llenas de afecto para estos jóvenes que me escuchan y, también, para Quevedo. Por mi parte, y en contrapartida a este esfuerzo juvenil, retrotraeré la enorme ideología y personalidad de Quevedo a unos perfiles sencillos y nítidos, para que todos nos entendamos mejor.
Mí norte quiere ser Quevedo, desde su humanidad, desde sus virtudes y defectos. Voy a hablar de él, igual que se nos habla cuando nos presentan a un nuevo amigo y, una vez que se marcha, recabamos datos y señales de su vida, para conocerlo mejor y tomar estado de la cuestión. Al mismo tiempo, me gustaría que quedara entre la audiencia un cálido estado de inquietud hacia el personaje, para que cada uno, poco a poco, ahora o en la madurez del tiempo, se acerque a él, confiado, afable, agradecido y, ¿por qué no?, emocionado.
 

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