Enseñanzas bíblicas

22-05-2010.
El libro sagrado de los cristianos (y en parte de los hebreos), la Biblia, es una fuente de ciencia, conocimiento y sabiduría que quien quiera y sepa hacerlo puede aprovechar. No en vano está redactado durante siglos y en el devenir del pueblo israelita, de sus andanzas, logros y victorias y más pesares y derrotas que lo anterior; lo cual da para mucho filosofar y sacarle consecuencias y enseñanzas.

En sus páginas podemos encontrar de todo. Y de lo más, un sentir de la vida práctico, pesimista y hasta a veces atroz.
Cuando se nos relata el avatar de aquel Josué vendido por sus hermanos, en práctica habitual en aquellos y en estos tiempos, a los mercaderes que cruzaban desiertos y zonas peligrosas para llevar o traer sus géneros y así consolidar las relaciones entre tribus y naciones, se nos cuenta algo tan real que, a pesar de haber sido algo “tuneado”, nos muestra un aspecto bien evidente de la existencia humana.
Que el pequeño esclavizado, determinada ya su existencia pues, supiese aprovechar las circunstancias favorables para ir saliendo de su penosa condición hasta encumbrarse en los ámbitos de poder, no dice ni más ni menos de la flexibilidad, ductilidad, capacidad de reacción y creatividad (en suma: inteligencia) del mismo.
Ahora hubiésemos dicho que era un “trepa”, y sin duda lo fue. Utilizando los resortes y recursos personales, más los que se le ponían a mano (o buscaba), fue llegando a niveles de decisión donde sus atinados u oportunos consejos eran bien recibidos, aceptados y validados.
Sabemos que en muchos periodos de la Historia han existido estos personajes, surgidos de lo inferior y, en teoría, predestinados a la ignominia e infelicidad, que se han superado a sí mismos y hasta a sus circunstancias (aquello del “yo soy yo y mis circunstancias”, las cuales forman un todo con mi yo y me lo conforman). Sí, la Historia está plagada de tales personas para bien o para mal, pues unas, llegando a tan altas metas, nunca olvidaron sus orígenes, que atemperaban sus realidades; y otras, olvidadas de los mismos, o haciéndolos olvidar a la fuerza, derivaron hacia las más abyectas tiranías, a la misantropía, a la esquizofrenia o a la maldad más absoluta; como si quisiesen hundir a los demás hasta el nivel desde el que ellos salieron.
Volviendo a Josué, lo encontramos, casi en la cumbre de su gloria, haciendo de intérprete de sueños y en especial de los faraónicos. Y, como la prudencia lo exige y el juicio obliga, le hace al monarca la mejor de las interpretaciones que jamás pudiera hacerle nadie:
—Son siete años de tiempo de bonanza, de excelentes cosechas y otros siete años de carestía y hambre. Habrás de adecuar los graneros para allegar el grano que luego utilizarás en los años malos.
Y el faraón, ante la abrumadora dosis de realidad soñada, decide que sea el esclavo, el israelita, el que asuma la responsabilidad de administrar tanto los recursos de los años buenos como los de los años de carestía. Y es aquí donde alcanza, con las metas conseguidas, la mayor gloria nuestro protagonista; hasta se permite gastarles una broma a sus hermanos, en franca venganza, bastante pesada.
Tiempos bíblicos del tiempo de la pera, dirán ustedes.
Desde luego, pero ya lo he escrito: tiempos en los que se daban las mismas pasiones, los mismos deseos y pulsiones, las mismas necesidades que en la época actual. Y en los que se requerían respuestas más o menos acordes.
Pues la enseñanza de economía básica es de Perogrullo: recoge y guarda más cuando lo hay para, cuando no lo hay, distribuirlo…
Ahora, con tanto invento, cientificismo, leyes de los mercados, estadísticas e internet… ¿qué tenemos? ¿Llegamos a mejores respuestas y soluciones que en los tiempos faraónicos…? Habremos de admitir que no.
A los tiempos de vacas gordas habidas no han respondido con eficiencia debida (con la de Josué) quienes tienen esa obligación, máxime sabiendo que a tal periodo le sigue irremisiblemente el de vacas flacas. Nadie ha procurado preparar los graneros de la colectividad (sí, tal vez, los propios particulares), hacer las providencias y provisiones necesarias. Nadie.
La regla básica anterior, ni se ha tenido en cuenta. El aumentar los recursos, la recaudación, los impuestos, cuando hay más posibilidad de pagarlos, eso ha sido un crimen (vamos, ni proponerlo siquiera); antes al contrario, que nos bajen las recaudaciones. Y así se ha gritado, exigido y hecho más o menos. ¿Tiene lógica?: sí, la del enriquecimiento rápido e insolidario. Ahora hinchémonos, luego ya se verá. Los gobiernos de todo color han atendido estas demandas ilógicas y se han conformado con tener las arcas al día, como si el caudal se mantuviese siempre. Nada de cobrar, porque se puede pagar en votos. Y ahora no se cobra porque se dice que no se puede pagar y, sin embargo, en lugar de bajar lógicamente, la presión recaudadora se aumenta. ¿Dónde está la razón…? No la hay.
Se han dormido como el faraón y no se han sobresaltado por sus sueños; ni siquiera han querido escuchar al pobre esclavo que les podía indicar el camino que seguir. ¿Qué valen nuestros actuales gobernantes más que el faraón previsor…? Nada.
Habría que recomendarles más lectura (bíblica, desde luego también), más oídos limpios para escuchar al Pepito Grillo de turno, que es a veces el que en apariencia más incordia, el más molesto, el que advierte y recuerda, que con toda seguridad es el mejor y más humilde servidor. Pero esto ya no se lleva. Son cosas muy, muy antiguas.

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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