31-05-2010.
Sus niños… ¡Cuán hondo le hubiera consolado verles, oírles, reconocerles…! Saber de sus aficiones. Conocer sus dudas y anhelos… Retomar sus vidas crepitantes. ¡Qué paraíso terrenal hubiera sido! Y llevarles a comer, cada domingo a un hotel distinto… Y viendo que la cuerda no crujía, hacerles agosto, empapándoles en Italia y Grecia. Sus niños, llamados estaban a ser los herederos absolutos de sus pedagogías. Y mayoritarios de su hacienda: “Espina son que me llevo atravesada para la eternidad”.