Enrique: «¡No pasa ¿»na»?!».

09-05-2010.
Hay personas a las que les molesta que alguien exprese opiniones contrarias a las suyas. No es mi caso. Yo agradezco sinceramente el apunte esclarecedor, sobre cualquier comentario mío, que alguien pueda considerar inconveniente.

El amigo Enrique Hinojosa, por ser más joven, recuerda mejor que uno la época en que don Antonio era inspector en las Escuelas. De ahí sus respetuosos complementos que agradezco sinceramente. Saber que maduró como educador, me emociona y congratula. Tras leer tus complementos, querido Enrique, la historia de don Antonio Pérez queda mucho más completa. Muchas gracias. Que uno, después de cincuenta y un años, tenga una determinada opinión sobre alguno de sus educadores se puede comprender. Pero que se empeñe en tener razón cuando alguien como tú aporta datos con la saludable intención de aclarar una determinada situación o una injusticia, sería propio de una persona poco inteligente. Por eso te agradezco, amigo Enrique, que hayas tenido la gentileza de escribir esos complementos con tan exquisito gusto y corrección. Uno no puede molestarse cuando alguien objeta sobre lo que escribe, porque sabe que tiene muy poco de historiador y casi nada de oportuno. Y dicho esto, querido Enrique, quiero que sepas que por mí
NO PASA “NA”
Que don Antonio tuviera
aversión al fumador
en Úbeda o Alcalá,
tal vez era una obsesión,
o una originalidad.
¡Qué más da!
Enrique: ¡No pasa “na”!
Que Pérez pasara el tiempo
olisqueando acusador
era una barbaridad.
¿Le faltaba comprensión
o quizás habilidad?
¡Qué más da!
Enrique: ¡No pasa “na”!
Y que tú, al amigo Pérez,
le hablaras de sementera
de la vida y del amor,
es una muestra sincera
de tu indudable bondad.
¿No es verdad?
Enrique: ¡No pasa “na”!
Que sepas que ser, lo era
denunciante, delator,
fiscal y calamidad.
¿Lo hacía con mala intención
o sólo por molestar?
¡Qué más da!
Enrique: ¡No pasa “na”!
Pero no pasando “na”
y sabiendo que ser ¡era!,
celebro la anotación.
Que al final se corrigiera
es una gran novedad.
¡De verdad!
Enrique: ¡No pasa “na”!
Y ya que estamos metidos en crítica literaria, quiero decir que no me extraña tu noticia acerca del padre Calles. Eran tiempos de gran confusión. Entre nuestros educadores se dieron casos de extrema ejemplaridad, y también casos de errores lamentables. La mayoría pensaba que aquellas normas e imposiciones a las que estábamos sometidos eran fórmulas inútiles y vacías. Éramos unos teóricos y unos ilusos que creíamos que siempre ganaba la razón y la verdad. A mí, que ya no me queda casi nada de iluso ni de optimista, en una ocasión se me ocurrió unirme a un grupo de profesores para hacer huelga en el colegio en donde ejercíamos nuestra sagrada profesión. El resultado fue que, a los tres o cuatro cabecillas, nos echaron a la calle, como al padre Calles. (Discúlpese el repetitivo callejeo) ¡Por favor!
AL PADRE ANTONIO CALLES
Cuentan de Calles que un día
tan triste y nervioso estaba,
que sólo le consolaban
los alumnos que instruía.
¿Habrá otro cura ‑decía‑
más avanzado que yo?
Y, cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
al padre Rector leyendo
la carta de su expulsión.
Barcelona, 8 de mayo de 2010.

Deja una respuesta