Traca «espantarromeros»

08-05-2010.
Un año más, Úbeda celebró la traída de la virgen de Guadalupe. Es la primera vez que este acontecimiento tiene lugar bajo el mandato de una mujer como hermana mayor de la Real Archicofradía, Mariani Redondo Moreno. Y, como suele ocurrir cuando se estrena mandato, los acontecimientos se afrontan con redoblado tesón.

Fiel reflejo de lo dicho ha sido la traída de este año de nuestra Patrona, en el que ha privado el buen hacer y se han empeñado las mejores voluntades, de Mariani y de su equipo. Algunas destacadas novedades habrán de ser anotadas en los anales de esta vieja tradición, que cuenta ya con más de seiscientos años de historia. Entre ellas, el hecho de que la Virgen se haya quedado a pernoctar el sábado en Santolaya, posponiendo para el día siguiente, domingo, la solemne entrada a nuestra ciudad.
La aldea tuvo un especial día festivo, con proliferación de caballistas, carrozas y chiringuitos. Novedad también la entrada de la Virgen hasta las puertas del cementerio de San Ginés, donde se vivieron unos emotivos momentos. Igualmente, debe elogiarse el que, por fin, se haya trasladado al siguiente fin de semana la celebración de las Cruces de mayo, recuperando de nuevo para este día el protagonismo que nunca debió de perder nuestra “Chiquitilla” del Gavellar.
Pero no quiero caer en la reiteración de unos relatos de los que, de sobra, se han hecho eco todos los medios de información locales.
Sí quiero referirme a un hecho que no logro encajar dentro del escenario normal en el que se desarrolla nuestra tradicional romería de Guadalupe. Se trata de un acto un tanto extravagante, una acción desde todo punto de vista disparatada, como fue la quema de una descomunal, horrorosa y más que molesta traca, instalada entre los pinos, con la que fueron “obsequiados” los tímpanos de los sufridos romeros que aguardábamos estoicos, indefensos y sin posibilidad de huida, a la salida del santuario, para acompañar pacíficamente a nuestra Patrona.
Un hecho insólito que no tiene tradición alguna, agresivo para la salud de las personas, que conlleva riesgo de incendio, altamente contaminante y, por si fuera poco, que altera gravemente el hábitat de una población de avifauna que puebla el pequeño bosque de la ribera del arroyo del Gavellar. Una población de aves que se encuentran protegida por la ley y que en esta época del año están entregadas a lo más crítico y delicado de su ciclo vital, como es la nidificación y cría.
Ecologistas en Acción ya ha mostrado su preocupación por este acto, que pudiera ser un supuesto delito ecológico, y pide la reconsideración de esta inusual acción en este delicado paraje, adonde vienen a refugiarse las aves, ante la destrucción del entorno de olivar, sometido a un envenenamiento masivo al que, eufemísticamente, llaman “curas”.
Estamos ante una manifestación costumbrista importada, respetable, pero que no nos pertenece. Su adopción e incorporación a la romería no haría sino resaltar nuestra falta de personalidad y el escaso de respeto hacia lo nuestro. No se puede jugar al “todo vale”, buscando un supuesto beneficio de la fiesta, porque nos podemos encontrar con el efecto contrario. De momento, la instantánea que ha originado el hecho es como para enmarcarla en papel cuché y editar una inconfundible imagen digna de ser colocada en lugar preferente dentro del catálogo de “Estampas Ubedíes”.
Como se puede deducir, no me gusta la traca, pero no tengo nada en contra de los amantes de los “truenos”. Después de todo, podemos y debemos convivir pacíficamente. Por ello, sugiero que sea dinamitada en el Molino de Lázaro, lugar de la recepción oficial de la Virgen a su llegada a Úbeda, donde se concentra el mayor número de personas ‑incluidas las autoridades civiles y eclesiásticas‑, para mayor “deleite” de todos, al tiempo que “afinaría” nuestros tímpanos para oír mejor la alocución de bienvenida.
También sería de desear que este hecho figurara en el programa oficial de la Romería con el fin de que, quienes tengan por costumbre asistir a la recepción, sepan de antemano lo que van a oír.

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