22‑08‑2009.
Sábado 22 de agosto de 1964
Barcelona.
Diana a las 9:30. Cuando despierto, tardo en tomar conciencia de dónde estoy. Salimos del colegio y desayunamos con los restos de la cena del día anterior: dos barras de pan con mantequilla y algo de leche recién comprada.
Visita a la ciudad, empezando por el Tibidabo. Tranvía primero y luego funicular. El lugar es precioso y la vista sobre Barcelona, impresionante. Yo me lo imaginaba como un inmenso monte lleno de jardines y arbustos para, desde allí, contemplar y admirar Barcelona. Pero se está convirtiendo en un sacaperras de los turistas. Fotos y mangamiento de alguna postal para enviarla a la familia.
Descendemos y nos vamos a ese extraordinario monumento arquitectónico, llamado La Sagrada Familia, del genio Gaudí. Me gustó sin límites. Es realmente impresionante y majestuosa, con su caprichoso ritmo de moles de piedras como encerados cipreses apuntando al cielo.
Comida “tomatal” en un restaurante‑taberna, cerca del colegio de los Marianistas. Luego visita a la Plaza de Cataluña, también magnífica. Fotos y paseo por el Barcelona ya casi nocturno. Por recomendación de los marianistas, que no nos podían alojar, vamos a dormir al Hogar de la Falange, a las afueras de Barcelona. En un amplio salón, en el que hay dos pianos y cuatro colchones Flex, vamos a pasar la noche.
Estamos solos. Follón fandanguil con los pianos, que nadie sabe tocar, y las guitarras. Luego, dormencia en paz, tras borronear mi diario. Mañana a Montserrat y abandonamos la costa mediterránea. Tierra adentro, en tierras catalanas.
¿Seremos capaces de superar los nuevos obstáculos? Somos de la Safa, ¿eh?
Al pie de la Sagrada Familia, Berzosa, Lorite, Lara, Compains y don Jesús.