Autoestop por España, 13

18‑08‑2009.

Martes, 18 de agosto de 1964

Valencia‑Castellón.
Nada de Mallorca, sino camino de Castellón. Y cosas interesantes que contar. Las escribo aquí, de noche, en el dormitorio del colegio del Opus de Castellón y porque los mosquitos no me dejan dormir.

Pues bien, ya algo alejado de Valencia, se me para una furgoneta DKV, abarrotada de gente. El conductor era un señor que en su juventud había hecho mucho autoestop y ahora recogía a todo bicho viviente que lo pidiera. A mí me recogió, cuando llevaba andados unos 6 km. En la furgoneta, había ya siete personas: dos chicas francesas, una parejita alemana, un joven de las Antillas francesas y dos españoles. Enseguida simpatizamos “apretadamente”.
Como me vieron la guitarra, me hicieron tocar el “Porompompero” (ellos lo cantaban) hasta que, debido al roce con el cristal de la ventana, abierta por el sofocante calor, se me partió la prima y se acabó el concierto. La DKV me dejó a 2 km de Castellón; allí me recogió un señor en un bendito Seat 600 y me dejó en la puerta misma del colegio Miralvent del Opus, que nos habría de alojar después. Una vez más, los compañeros me estaban esperando. Atardecía.
Entramos en el colegio (siempre don Jesús a la cabeza, con alguno de nosotros); pero como el rector no estaba, lo estuvimos esperando en un amplio patio, destinado a campo de baloncesto. Nos entretuvimos un poco, jugando. Los grandullones, Lorite y Martos, demostraron su habilidad encestadora.
Nos dijeron que tendríamos que abandonar el patio, porque iban a llegar unas visitas a proyectar una película. De todas maneras, ya estaba anocheciendo.
Esperábamos sentado en un batiente, cuando entró un grupo de personas.
—¡Pero si es Paco Rabal! —les dije a mis compañeros.
No me quisieron creer; pero como detrás venían unos chicos del colegio, les preguntamos y contestaron afirmativamente. Rápidamente alcanzamos a Paco Rabal (especialmente Márquez que ya le había hecho una entrevista para Tanteos) y le preguntamos qué hacía allá.
—Vamos a probar unas secuencias de una película que estamos rodando.
—¿Cómo se titula?
—Por ahora se titula Fuego bajo la piel, tomado de una novela catalana y de la que estamos rodando en Castellón algunas escenas.
—Vamos, Paco: a la sala —le llamó una señorita. (Era Nuria Espert, pero todavía no lo sabíamos).
—¿Podemos entrar nosotros?
—Pues claro —dijo Paco, mientras se reunía con la señorita.
Y entramos. Solamente se proyectaron, pero varias veces, dos secuencias de una escena al aire libre. Creo que se trataba de un drama rural… A la salida, nos despedimos y Paco Rabal nos dio cita para el día siguiente en el bar Darío. Me impresionó, enormemente, el montón de veces que el director gritaba «¡Corten!», para conseguir las dos secuencias de unos quince minutos.
Poco después, llega el rector con un muchacho alto y rubio. Se llama Salvador y nos enteramos de que se va a presentar próximamente al premio extraordinario de piano. El rector, muy solícito, no solamente nos ofrece alojamiento, sino que él mismo nos acompaña a los dormitorios. Dejamos allá los macutos, nos aseamos y vamos al comedor, en donde nos ofrecen una suculenta cena. Después, nos reunimos Berzosa, Salvador y yo. Charlamos de su presentación al concurso y estuvimos tocando la guitarra (sobre todo Pepe, que él si sabe), hasta media noche. Luego nos vamos a dormir, pero Márquez, debido al bochorno que hacía, se había dejado una ventana abierta y los mosquitos, que más bien parecen pavos -por lo grandes-, nos hacen la noche imposible: me he tenido que enrollar todo el cuerpo en la manta, a pesar del calor que hace. Y me he puesto a escribir…
Colegio Miralvent del Opus Dei, en Castellón.
 
 

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