21-10-2008.
Bienvenido seas, amigo Mariano. Es agradable reencontrar a los amigos y leer de nuevo sus escritos. La próxima vez, antes de llevar a cabo la “espantá”, piénsalo dos veces; medita y reflexiona; ayuna, y ofrece algún sacrificio.
Luego, cuéntanos la experiencia y responde a las cartas que recibas. «No es bueno tomar decisiones en caliente» ‑decía Curro Romero, al ver la plaza llena de almohadillas‑, ni es saludable que nos afecten las opiniones no coincidentes con la nuestra ‑tengan razón o no‑; pero es mucho peor que se vayan secando, una tras otra, las ramas de este arbolillo que tú ayudaste a plantar.
Yo creo que te tienes por un hombre excesivamente serio y poco simpático, porque no eres capaz de reír las gracias de los demás, ni abrazarles, ni repartir halagos, ni decir con afectada emoción al día siguiente de las elecciones:
—Alcalde: ¡Te he votado! ¡Enhorabuena!
Y a las pocas horas, al jefe de la oposición:
—Manolo: ¡Sabes que cuentas con mi voto y con mi simpatía! Esta vez no hemos ganado. ¡Qué le vamos a hacer; otra vez será!
En detalles así basas tu convicción de que eres una persona íntegra que no ha nacido para político. Si lo fueras, sabrías estrechar las manos de tus jefes efusivamente y obsequiar a los demás con palabras huecas y agradables.
Pongamos un ejemplo aclaratorio: si fueras político, a aquella nerviosilla monja sevillana, que te dejó sin mesa y sin su silla correspondiente, le habrías susurrado al oído, levemente:
—Si su Reverencia maternal me lo permite, le diré que tiene unos ojos limpios y serenos como un amanecer.
Y seguidamente, cuando bajase los ojos con celestial recato:
—Madre: el rubor de sus mejillas es suave y alentador como una puesta de sol en las marismas.
Si hubieras hecho eso, sencillamente, la nerviosilla monja sevillana te instala en clase una mesa de nogal y un sillón con acabados de cuero; pero tú has nacido para la lucha y la discrepancia y para trabajar con honradez y con decencia. Eliges situarte por encima del nivel de la mayoría, porque prefieres el compromiso a la rutina, el riesgo a la comodidad y la opinión sincera al comentario complaciente. Desprecias la palmadita en el hombro y el aplauso de los aduladores y los incompetentes. Te rebelas ante la injusticia de los que detentan el poder, amparados por la autoridad. No soportas las humillaciones innecesarias ante las que te sientes indefenso; esas pequeñas humillaciones, imposibles de olvidar.
Antes eran los curas los que actuaban con la seguridad de oráculos certeros e infalibles, confiando en la “gracia de estado” que el cielo les proporcionaba. Hoy son los políticos quienes proceden con la misma fe, amparados en la legitimidad y la fuerza de los votos. Las cosas no han cambiado tanto. Las sotanas entonces y los votos hoy, otorgaban el poder con toda legitimidad; pero ni las sotanas ni las urnas, ayer u hoy, añaden un ápice de prudencia, inteligencia o sabiduría a los que detentan la autoridad. El problema no radica en los métodos, sino en la formación y la decencia de los ciudadanos de este mundo mejor que pretendemos. Eso, al menos, creo yo; pero si algunas opiniones inteligentes y serenas me sacaran del error, les quedaría eternamente agradecido.
En fin, Mariano, que de corazón te felicito por tu decisión de volver con nosotros. Que Dios te lo premie con generosidad en esta vida y la acreciente en la otra; y que lo primero sea pronto y lo segundo tarde. O sea, que no tenga prisa; que te permita escribir muchos artículos y muchas críticas; y a nosotros, tus amigos, seguir disfrutando de su lectura por muchos años.
Barcelona, 20 de octubre de 2008.
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