La soledad

15-07-2008.
XLI
EN UN GESTO FRÍVOLO, PUSIERON EN LOS VIENTOS la semilla
de la pasión y desataron las ligaduras de los aires. Y éstos

corrieron libremente por los desfiladeros y los cañones,
por el Chaco y el Altiplano. Los bosques se llenaron de un
vivo acento coral y los desiertos de la angustia
de la soledad. Hablaban los dioses como sofistas para embaucar
a los hombres. No era suficiente ya sostener
el mundo sobre los hombros o reforzar las columnas,
ni alfombrar la selva de insectos y nublar el sol
con bandadas de aves emigrantes. Era preciso entrar a saco en
la soledad del hombre, en su abandono, instalar
en él el miedo a la derrota, a la muerte, al amor vencido,
incluso avisarle de que existían.

Deja una respuesta