
Dejada atrás la retórica, Burguillos se dio a programar un curso ambicioso y realizable. Se lo debió presentar a los chicos como una lista de atracciones, como una red donde atrapar desde el principio interés y cooperación entusiastas.
Y a través de todo el curso les fue desmenuzando el plato fuerte de su voluntariosa pedagogía. Que, gracias a la disposición de sus muchachos, resultó animado y apetecible.