…Y llegó el premio gordo

07-07-2008.
Los 22 de diciembre son días de cristal. Empiezan bien temprano con las atipladas voces de los niños cantores que los aparatos de radio de los vecinos y el ojo de patio se encargan de amplificar.
La monótona letanía sólo cambia de tanto en tanto. El ruido de las bolas bajando de los alambres y girando en los bombos no lo amortigua la doble almohada encima de la cabeza.

Y vuelta a empezar una y otra vez:
–Veinticinco mil doscientos setenta y cincooooooooooo.
–Mil eurooooooooooooooooossssssss.
La ducha y la tostada están amenizadas por el cantar de las ilusiones. En la televisión, mientras los actores realizan mecánicamente su trabajo, se ven las caras de los asistentes al acto entre expectantes y soñadores.
El periodista registra los números premiados e informa de las ciudades afortunadas en donde se vendieron. Comenta anécdotas, mueve estadísticas e incluso muestra algún décimo curioso.
¡Este año tarda en salir!. ¡Nueve series ya!
Las ilusiones no querían salir. Se retrasaba el coche nuevo, por fin el piso, la reforma del taller, el abrigo de visón, las Navidades en la nieve, la supercuenta del Banco, las cuatro voces al jefe, el pago de las deudas, la cadena musical, la videocámara, el viaje soñado… y la generosidad… «Yo sí que seré generoso».
De pronto se arma el revuelo. Primero el niño no se percata, luego se asegura, luego hace un gesto significativo a su compañera, luego, ambos nerviosos pero radiantes, se acercan y sus voces cantan:
–Mil veintisieteeeeeeeeeee.
–Trescientos millones de eurosssssssssssss.
El rumor de la sala se desborda. Los fotógrafos se atropellan. Los componentes de la mesa verifican y anotan. El locutor, que repite el número una y otra vez.
Inmediatamente (con estos avances técnicos) se sabe dónde ha tocado la suerte:
–En la administración n.º 6 de Barcelona, también en Bilbao y en Santa Cruz de Tenerife…
Los equipos móviles se agilizan.
–Aquí doña Manolita, dueña de la Administración de la Puerta del Sol de Madrid, que ha vendido tres series del número premiado…
–Está muy repartido –dice, consoladora, la tal Manuela.
Ahora muestran la cara roja de una afortunada que enseña dos participaciones pegadas al pecho que compró en la peluquería donde trabaja y que «a todas nos ha tocado menos a la dueña» y la de un señor que compró dos décimos cuando paró a comer en un bar de Daroca y que le regaló uno a su hermano que está en el paro y que le va a servir para tapar agujeros…
Yo miro y remiro mis participaciones y ni siquiera terminan en 7… Bueno sí, el reintegro de 25 pesetas de le Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias…
Mañana compraré el periódico por si hay suerte con la pedrea… ¡Lo importante es la salud!
El premio gordo ha llegado y el premio gordo se ha ido a otros lugares, como el año pasado y como el anterior y el otro…
«La del Niño es mejor», me digo en un susurro conformista.
De nuevo se rompió el cristal. ¡Era tan fino!
Y me voy a echar la partida de dominó.
22 de diciembre de todos los años.

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