Dedicado a Blas Velasco.
Ando todavía, en estos crudos meses invernales, flojucho y decaído, con las ideas arrugadas, marchitas y encogidas, que, por mucho que busco, pues eso, que no me las encuentro, que ni las veo siquiera con este temporal de lluvia y frío. Y el espíritu igual, mustio, pachucho y lánguido como los versos de Aleixandre:
Llueve tu amor mojando mi memoria,
y cae y cae. El beso
al hondo cae. Y gris aún cae
la lluvia.
Y no sólo soy yo, quien anda con el ánimo por los suelos. Los versos de Antonio Lara, parecen escritos con lágrimas del alma:
Grises pinos y abeto dolorido
ocasos sin color ni alba temprana
un año más ya cierra su ventana
llevándose al jamás cada latido.
Y es que los andaluces, decía mi abuela, “o no llegamos o nos pasamos” y “estamos siempre en la cueva o en el tejado” y lo mismo reímos que lloramos y ese es nuestro “hecho diferencial” que diría Rodríguez Ibarra. Demos gracias y deseemos, que tan lamentable estado de atrofia y mengua sea pasajero y en modo alguno propio de los años y la edad en que nos vamos instalando.
Y la felicitación de don Jesús, que siempre fue un venero de entusiasmo, también respira cierto aire tristón: “Frustrado me siento… Días y días maquinando una felicitación… ¡Nada! Pensé hacerlo dedicándoos estrellas de verdad, siderales. ¡Nada!”.
Aunque a medida que escribe se va encendiendo y concluye: “De todo cuanto late bajo el sol, nada tan bello y apasionante como vivir y amar”. ¡Qué maravilla!
Moderno, profundo y actual el mensaje del padre Rector: “No hay mejor momento para ser feliz que ahora mismo”. “La felicidad es un trayecto, no un destino”.
Y he pensado que ya no espero a cerrar el balance del año, ni a terminar el estudio de mercado de las casas de Vic, ni a vender los locales de Tarragona para escribiros. El mejor momento es ahora y el difícil camino de la felicidad podemos iniciarlo juntos desde hoy.
Por tanto, y aunque debería haber empezado por ahí, os doy las gracias a todos los que habéis hecho posible nuestra Asociación. Gracias por vuestras cartas, llamadas y felicitaciones, por vuestro afecto, por vuestro apoyo y amistad. Gracias también a ti, que no has escrito ni asistido a los encuentros, porque la próxima vez tienes que decirle a tu esposa: “Nena, esta vez no faltamos”.
Y ya estamos en febrero que es un mes loco. El día dos “La Candelaria”, el tres San Blas, y el catorce San Valentín, día de los enamorados.
La fiesta de la Candelaria la celebrábamos en mi pueblo encendiendo hogueras en la plaza y jugando a saltarlas chicos y chicas cogidos de la mano. ¡Una orgía!
Del día de San Valentín tengo pocos recuerdos, seguramente por lo inadecuado de la fecha. Creo yo que la fiesta de los enamorados debería desplazarse al mes de julio, que es un mes bastante adecuado para el evento. Me explico. Julio es un mes de movimientos y alzamientos, de escote generoso y muslo prieto, de playa y alegría, de manuelas al aire y despelote. Decía don Luis de Góngora, que “En amor todo es nadar, desnudarse y desnudar” y yo estoy de acuerdo. Quede por tanto aquí mi propuesta para la adaptación del santoral a los tiempos modernos.
Inolvidable el día de San Blas en el internado de Villanueva. Hacia las cinco y media de la tarde, el padre Pérez, debidamente revestido de roquete y estola, provisto de hisopo e incensario y asistido por los preceptivos monaguillos, nos formaba en filas en el patio. Después de las letanías y oraciones pertinentes, uno a uno pasábamos ante él en actitud de piadoso recogimiento. Los monaguillos nos incensaban, el padre nos rociaba con agua bendita y… aquí viene lo mejor. Nos pasaba por el cuello el mango de un garrotillo, que, según se decía, había pertenecido al Santo, para que el roce del cayado maravilloso nos preservara de las enfermedades de garganta. Finalizaba el acto con la entrega de una rosquilla de pan bendito, y las bendiciones y plegarias de despedida. Gracias a San Blas, a la garrotilla y al rosco de pan bendito, nuestras gargantas sólo padecieron las molestias inevitables. Ni una más. Por ejemplo, a mí me operaron de anginas poco después, pero eso irrefutablemente fue por mi falta de fe.
Termino ya el relato, que dice Berzosa que en la página web se ha de decir lo justo y nada más. Y yo, en líneas veinticuatro me voy de las domingas a los santos.
31-01-04.
(96 lecturas).
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