RIMSKY-KORSAKOV (1844-1908)[1]
SCHEHERAZADE
El mar y el barco de Simbad (Largo e Maestoso – Allegro non troppo).
El cuento del príncipe Kalender (Lento – Andante).
El joven príncipe y la princesa (Andantino quasi Allegretto)
Fiesta en Bagdad, el Mar, el Barco se hunde contra las rocas (Finale – Allegro molto)
En los años ochenta del siglo XIX, Rimsky-Korsakov se centró en la música orquestal integrada en su mayoría por grandes poemas sinfónicos más que por sinfonías propiamente dichas; entre ellos cabe destacar el Capricho español, Scheherezade y la Obertura de la gran Pascua rusa. Considerado junto a Maurice Ravel uno de los padres del arte de la orquestación del siglo veinte, Rimsky- Korsakov pone de manifiesto en ellas las inmensas posibilidades cromáticas de la orquesta.
Scheherezade, la partitura más popular e importante del músico ruso es una alfombra mágica que nos transporta al mundo de Las mil y una noches y sus viejas historias orientales de tradición oral (Alí Babá, las aventuras de Simbad, y similares), en parte difundidas por Europa gracias a las populares traducciones de Sir Richard Burton. Es una preciosa pieza, una fiesta para los propios músicos de la orquesta que gozan de numerosas oportunidades de intervención. Su vitalidad, el poder de atracción de sus melodías y su formidable orquestación son impresionantes. Fue estrenada en San Petersburgo en 1889 y aunque su autor no quería ceñirse a un programa muy definido, hay títulos que evidencian episodios de mares, príncipes, fiestas y hasta el naufragio del barco que se estrella sobre las rocas. Existen unas notas unidas a la partitura en las que se pueden leer detalles sobre el contenido general. El compositor explicaba que el sultán Schahriar, convencido de la falsedad de las mujeres, se propuso acabar con cada una de sus esposas tras pasar con ellas la noche de bodas. Fue la bella Scheherezade quien salvó su vida amenizando las veladas del tirano durante mil y una noches con interesantes cuentos que excitaban la curiosidad del esposo. Si la sultana imbrica la narración de forma que no decaiga el interés del marido, Rimsky-Korsakov logra un objetivo igual, haciendo que todo proceda de un motivo generador de diferentes temas.
El músico añadió a los movimientos las indicaciones de Preludio, Balada, Adagio y Finale pero, dado el carácter programático de la obra, no procedía calificarla de “sinfonía”. Dos asuntos conforman los cuatro movimientos de la exótica suite: uno robusto, el del sultán, que contrasta con la ternura del violín: la favorita que hila las maravillosas historias que cautivan al esposo.
En El mar y el barco de Simbad, la música comienza con la amenazante figura del sanguinario sultán en los trombones, tuba, maderas graves y cuerdas, tras la que, brillando entre ricos acordes del arpa, escuchamos la voz de Scheherezade en el violín solo, que comienza temblorosa la primera de las historias. El inmenso mar se manifiesta en grandes olas de parte de toda la orquesta. Navegamos en el barco de Simbad (flauta, oboe y clarinete) y vemos las velas hinchadas, el sol en las aguas, la calma del mediodía, una tormenta que aminora, y seguimos a la joven hilando la historia… El sultán se duerme y la esposa pospone su destino por un día.
El cuento del Príncipe Kalender se refiere a un príncipe que ahora es un monje mendicante que ha profesado votos de pobreza, castidad y humildad. Escuchamos su historia de parte del fagot. Es tímido, serio, aunque algo burlón. Las feroces fanfarrias del trombón y la trompeta nos arrastran a una escena de esplendor bárbaro y salvaje. Rimsky lanza luminosas masas de color como joyas brillantes procedentes de un cofre y el torbellino y la pompa de un solemne desfile nos sitúa en un ambiente opulento. Es la primera vida del príncipe cuando se rodeaba de gloria y poder. Hay cierta nostalgia hasta que el movimiento termina con un rimbombante crescendo.
La tercera parte, El joven príncipe y la princesa, es la sección más lírica. Una cautivadora canción de amor de los violines representa al joven, mientras que el clarinete habla por voz de la dama. Más tarde, el ritmo de la pequeña percusión añade un efecto picante a esta amorosa escena.
Termina la obra con la Fiesta en Bagdad. El barco de Simbad se estrella contra las olas. El Sultan entra en la alcoba y Sheherezade comienza la descripción de una fiesta oriental llena de vida y color en la que la orquesta ha de mostrar su capacidad virtuosa. Bailarines, trajes lujosos, perfumes… oriente en música. Retornan los temas de los movimientos anteriores, todos llenos de energía que mantiene el ritmo de la fiesta. Recordamos a todos los personajes de los relatos y finalmente, la orquesta nos transporta a la cubierta del barco de Simbad, ahora en medio de un terrible temporal de olas gigantescas que lo precipitan contra las rocas coronadas por la estatua de un guerrero. Finalmente se escucha la voz de Sheherezade que nos llama desde el fantástico mundo que ha creado y el Sultán habla de nuevo, pero suave y gentilmente, pues ha renunciado a su terrible propósito. El violín solo asciende a lo más agudo para terminar la suite en sereno y luminoso triunfo.
24-11-03.
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[1] Editado en la página web.