Reflexiones

18-02-2008.
Una
Dios nos ha ilusionado el mundo que imaginó. Nos previó de un filtro especial con el que lo convertimos en real cuando es imaginario. Además, nos lo presentó incompleto, con muchos rotos y agujeros en el suelo para que los ilusos terrenales los fuéramos remendando.

Así, algunos se afanan en extender hojas y hojas de periódicos, unas encima de otras, intentando cubrir un suelo firme y poder construir encima sus casas, sus sueños y sus fortunas de papel también.
Otros intentan hacer una buena meseta entre oraciones, trabajo, caridades y egoísmos personales, rebozados de capa política ligera.
En cambio, otros piensan que no merece la pena el juego; que las oportunidades no son las mismas; que la forma del balón es distinta según para quién y, además, el árbitro ni pita, ni concede, ni se va.
Cuando se acabe el sueño de Dios y haga el mundo real, será muy distinto. La experiencia de lo soñado le hará cambiar.
 
Dos
El mundo se masculiniza, o lo que es lo mismo, se feminiza; o mejor aún, se indiferencia. Y es que estamos sufriendo una regresión a nuestra infancia justo al intermedio de lo que Freud llama “etapa anal” y “etapa fálica”. El centro de gravedad se ha desplazado y ahora sí es centro efectivamente. Desaparecen el hombre y la mujer como tales. Ya no hay hombres y mujeres, sino hombres y hombres o mujeres y mujeres, que es lo mismo.
No hay necesidad del otro o de la otra, porque cualquiera puede satisfacer cualquier deseo, apetencia, instinto sexual, manifestación e incluso exigencia.
¿La procreación? La Humanidad necesita unos años de descanso (recordemos que el tiempo para la Humanidad se mide en eras de varios milenios) y, cuando quiera, podrá volver a procrear, fabricando a capricho seres deshumanizados, pero más guapos y más sanos.
Desaparezcan pues ropas, ritos, modos, modas, lenguajes, culturas, estrellas y toda diferencia.
Así lo quieren todos en mayor o menor grado de consciencia. No es necesario el consenso ni ceder en parte. Todas las generaciones están de acuerdo. ¿Será así, amiga Eugenia Mañas?
 
Tres
Los tontos son los más listos, no nos quepa duda. Los más listos son los menos prácticos. ¿Los más prácticos son los más tontos?
Así peregrina una inteligencia. Es el peor don del hombre. Siempre han existido seres preocupados por esta afirmación. Esa poca luz que poseemos ha sido usada para el bien de la Humanidad; pero, en el fondo, solo el goce personal fatídicamente egoísta ha motivado el aparente avance.
Un hombre debe ser inteligente o tonto. Debe comprender el sentido de la vida o ignorarlo todo. Por desgracia, lo que abunda es la normalidad; o sea, el gusanillo picante que quiere ver, pero carece de ojos.
Es necesario salir de la vulgaridad. Se necesita un punto de partida: romper los lazos esclavizantes de la Sociedad. Digo un punto de partida y no un primer paso. Nos atamos, voluntariamente o no, con pequeñeces que envilecen el alma y el cuerpo. Sin embargo, estas pequeñeces nos estimulan (¡pobres estímulos!) y hacen posible nuestra actual ridícula vida. La monotonía se adueña del tesoro del tiempo y nos empobrecemos, avanzando lentamente por el sendero de la existencia, procurándonos facilidades sin más sentido que apartarnos de la realidad.
Es preciso, pues, usar la inteligencia y desembarazarse de tanta hipocresía, de las etiquetas y del protocolo. Sólo entonces el hombre alcanzará el sereno equilibrio y, esencialmente, será humano y estará dispuesto para empezar a vivir unos momentos, unos días, los necesarios y suficientes para comprender el verdadero sentido de este caminar que tan desgraciadamente desperdiciamos. ¿Lo intentamos?
Septiembre de 1983.

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