Leyendo “La muchacha del mar Rojo”

16-08-2012.

I. En el mar de noviembre

 

 

 

 Leyendo “La muchacha del mar Rojo”

 

 

 
Dime, ¿quién puso en ti, muchacha del Mar Rojo,
lunares indecisos en tu piel, oraciones
y tristezas, silencios con los bordes de pétalos
de rosa?, ¿quién vistió de lluvia tu mirada?,
¿quién se apropió de ti para turbar el sueño
desnudo de tu nombre? Muchacha, dime, ¿quién
con pinzas de tender colgó tus besos?, ¿quién
te puso las sandalias si el mar era tan rojo
y tú sólo una niña con un barco en las manos?

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Punta de Tarifa

05-08-2012.

 

I. En el mar de noviembre

Punta de Tarifa

 

Esa niebla azulina con lámparas o barcos
encendidos, de noche, es una isla flotante
con pájaros exóticos y abanicos de lluvia
‑mujeres como tallas de madera con alma,
torpes adolescentes maquillados de tigres‑,
niebla al acecho, niebla como un festín de tristes
aves húmedas, huesos o espinas de pescado.

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El eterno retorno

Para mis hijos Víctor Manuel, Raúl David y Christian.

Ir y volver,

andar la misma calle inesperada

con la calma precisa de quien sabe

que el mundo empieza en cada esquina,

percibir los olores con el profundo aliento

que emanan las especias,

los dátiles, el cuero, y los madroños,

sentarse en un café

con una sola mesa

y escribir, si se puede,

dos palabras, o tres,

de las que quedan sólo

las letras desvestidas

de tinta irreverente.

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El jardín de las últimas rosas

Cuando en la luz se pierde

la mirada

y el aire se desviste,

y en la alberca verdosa

hunde primero el pie,

luego la espada de su cuerpo

y, al final, su cabellera,

este jardín,

un tanto descuidado,

es la memoria exacta

‑o inexacta‑ de otro jardín

bordado en un mantel

con botellas de vino rojo

y membrillos de octubre.

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