Cena en la casa de Salvador y Amina

Se abrió la puerta.

En el ancho salón de la ternura

divanes, pebeteros,

alfombras y tapices,

cerámica con huellas

de kábilas y besos,

vasos para beber

té de menta y orégano

con los bordes de oro

y letras alegóricas.

La vajilla tenía

la belleza de un regalo de boda

o herencia de familia.

La paz estaba allí, reconocible,

entre nosotros

y el rojo vino espeso.

Estábamos en paz, sacramentados,

hablando de las cosas naturales

ante un trozo de exquisito cordero

mientras Karim y Amin

‑ángeles bereberes en pijama‑

escuchaban la música de Buda.

juralopez42@msn.com

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