17-08-2012.
Hoy queremos recordar ‑basándonos en la memoria y el testimonio del padre (F. S. Cortés) y con la conformación escrita del hijo (F. S. Resa)‑ un acontecimiento que tuvo lugar poco después de que hubiese acabado aquella desgraciada confrontación civil española (1936-39) que enfrentó a pobres y ricos, trabajadores y potentados: todos españoles y hermanos…
El padre vivía al principio de la calle del Gallo, donde hoy está la hornacina que albergaba a San Roque, y que la vecindad de entonces lo celebraba el 16 de agosto arreglándola con macetas, siendo un día de fiesta en el barrio. Hoy, por el contrario, como podemos ver en la fotografía, es lamentable el estado en que está dicha hornacina…; siendo una prueba más del palpable y lamentable descuido y deterioro en que se encuentra nuestro patrimonio vecinal.
Varias casas primeras de la calle del Gallo y de la del Agua eran propiedad de la viuda de don Bonifacio de la Cuadra, que vivía frente al paseo de la Coronada ‑donde hoy está la ringlera de casas en la que se encuentra el supermercado Másymás, a cuyos pies se encontraba una fuente de agua, bajo el paredón que allí había, haciendo que ese desaparecido paseo fuese llano, como hoy lo es el mercado de abastos. Las barandas y peanas del mencionado paseo están actualmente junto a la ruinosa iglesia de S. Lorenzo, pues en ese lugar que da a las huertas no había ‑por entonces‑ siquiera quitamiedos, por lo que más de una persona cayó al vacío…
Allí ‑donde está la puerta trasera del actual mercado de abastos ubetense, que sirve de aparcamiento y que hace unos cuantos años era el acceso a los puestos del pescado‑ estaba la mencionada fuente, cuyas derramas corrían tranquilas por la calle del Agua y un pilar que servía de abrevadero para animales. Enfrente estaba ubicada la Casa de los Cuadras.
Subiendo la calle del Gallo, en la esquina de todo lo alto, vivía el párroco de San Nicolás: don Juan, pues así lo nombraba su doméstica, Dorotea, una señora ya metida en años que le servía. Recuerda entonces ‑el padre‑ que Mariana, su hermana mayor, se casó y decidió ir con Guillermo ‑su marido‑ y con él a casa de don Juan a tomar “el dicho…”.
A excepción de la casa de don Juan, todo ese frente constituía la casa‑mansión de los Cuadra, a cuyo dueño (don Bonifacio) no conocía, mas sí a sus cuatro hijos: Juanito y Enrique (los varones); y a sus dos hijas. Un día vio a la menor conduciendo un coche por nuestra ciudad y le causó gran admiración, pues fue ‑para él‑ la primera mujer que en Úbeda iba al volante… Al señorito Enrique lo observaba, casi a diario, con el llavero en sus manos enseñando su vivienda para alquilarla, pues regentaba la fábrica de aceite que había en esa manzana de casas, todas de su propiedad, más la de la calle del Gallo y el principio de la calle del Agua.
Poco antes de que llegase la contienda civil, el que esto relata se mudó con su familia a la Torre Nueva, junto al Molino de la Viuda de Vicente Alises, para después, ya en la guerra, ubicarse en la calle Compañía.
Por fin, la incivil guerra se acabó y, una tarde ‑cree que del siguiente estío, en 1940‑, se enteró de que iban a enterrar a un falangista y supo que era Enriquito de la Cuadra, quien había sido dueño de la casa en la que él había vivido… En aquel día y en ese lugar, se concentraron varias centurias en formación de cadetes, flechas y camisas azules con tambores y cornetas, uniformados para dar sepultura a un falangista camisa vieja…
Él nunca supo en qué circunstancias se lo habían encontrado “emparedado” en una estancia de su casa… Ni si fue casual o si alguien, que lo sabía, lo dijo. Es posible que hubiese sido un crimen perpetrado en los días de nuestra incivil guerra… Pero como se produjo a la manera del de “La Emparedada de la Casa de las Torres”, que Antonio Muñoz Molina rescató magistralmente en su novela El jinete polaco, creemos interesante dejar constancia de ello. Si el primero pensamos que fue por política ‑según el orden, no cronológico, en que lo estamos contando‑, en el segundo los celos conyugales provocaron la sinrazón del emparedamiento…
De ahí que queramos dejar testimonio escrito de cómo en nuestra ciudad monumental (Úbeda), Patrimonio de Humanidad, han acontecido dos casos de emparedamientos conocidos, con diferente motivación y género; aunque es muy posible que haya habido bastantes más…
¿En cuántas casas ‑obradas o derribadas‑ se habrán encontrado personas enterradas, de diferente edad y condición social, en el hueco de las escaleras o en cualquier otro lugar, según nos han contado nuestros mayores…? Es por eso que nuestra historial local escrita, seguramente, nunca sabrá de ellos…
Torre del Mar, agosto de 2012.
Fernando Sánchez Cortés y Fernando Sánchez Resa.