Carta al amigo desconocido

29-04-2009.
Querido amigo:
No sé si vas a recibir esta carta, porque no dispongo de tu dirección actualizada. Sé que es tarea difícil saber dónde te encuentras hoy y si tienes casa o duermes al raso, como suele decirse por estas latitudes.

De todas formas, me acuerdo de ti y no me resisto a contarte algunas cosas que guardo en la retina y en el corazón desde que te vi deambular por las calles y alrededores de este pueblo que te acoge siempre con una alta dosis de preocupación y con mucho cariño.
Eran los primeros días de noviembre cuando arribaste aquí con poquito equipaje pero cargado de ilusiones. Se acercaba la campaña de la aceituna y podías encontrar un “jefe” que te diera el regalo más ansiado por ti: trabajo. Es lo primero que has pedido durante los días de estancia entre nosotros. Quizás no sabías los efectos de la famosa crisis y que seríais muchos los interesados en tener acceso a ese bien que para otros es un castigo divino.
Desde la puerta del Parlamento, no el de los diputados, o apoyado en una solitaria pared donde el Sol pegaba su luz y su calor, contemplabas cómo en tu viejo reloj pasaban horas, semanas, días y meses sin conseguir tu objetivo.
Llegó el aire del Norte, las calles se vistieron de blanco y toda Villanueva tiritaba de frío. Y tú estabas en la calle, buscando un hueco, un porche donde colocar unos cartones y unos cuantos trapos que pudieran mantener el calor de tu cuerpo, falto de calorías, y de tu espíritu, cargado de soledad y angustia. Hay que dar las gracias a un grupo de personas, capitaneadas por el nuevo cura párroco, que se lanzó a la calle con la convicción de que lo más importante del momento era salvarte a ti y a otros muchos compañeros que luchaban valientemente contra la adversidad. Chapó a los representantes de cofradías, de la Cruz Roja, Cáritas, Servicios Sociales, Partidos Políticos y a todas las gentes de buena voluntad que colaboraron para superar las dificultades. Recuerdo tus desplazamientos entre el Polideportivo y la Casa de la Cultura, el reparto de la comida y de las mantas y prendas de abrigo que facilitó Cruz Roja.
Pero lo bueno, o lo menos malo, acaba pronto y tuviste que volver a la calle con la invitación, por parte de la administración, a que te marcharas a otro lugar. Como no tenías claro adónde ir, decidiste permanecer aquí y seguir buscando un tajo donde echar unos cuantos jornales para asegurar tu supervivencia. Recuerdo tus noches en vela, alrededor de una pequeña hoguera, esperando el sol de un nuevo día para relajar el cuerpo y descansar un rato. Seguro que han quedado grabadas en la cinta de tus recuerdos las veces que hiciste cola a las puertas de Cáritas o de Cruz Roja en busca de comida, ropa o calzado. Comprobaste que erais muchos y los recursos disponibles insuficientes para atenderos a todos dignamente. Anorak, zapatillas, mantas, calcetines, ropa interior, bolsas de comida… sé que todo es poco para ti, que tienes al descubierto todas las necesidades primarias. ¿Dónde se aplica hoy la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Cuántos de los Derechos que ahí se especifican disfrutas tú? “Una cosa es predicar y otra cosa es dar trigo”. ¿Verdad? El mundo necesita corregir su rumbo.
Bueno, mi querido amigo, hace ya unos días que no veo tu silueta por las calles y plazuelas de mi pueblo. Seguro que dejaste los olivos para camuflarte entre plásticos o frutales de otras latitudes. Dije a propósito lo de “camuflarte” porque como eres “ilegal” o trabajas de matute, no puedes dar la cara ni alzar la voz. ¡Cuántas cosas oscuras en estos tiempos de progreso!
¡Ah!, te digo «Gracias» porque siempre fuiste cordial y amable conmigo. Quizás algunos compañeros tuyos pueden mejorar sus modales y su comportamiento hacia las personas y las infraestructuras que encontráis en el pueblo.
Para finalizar, te manifiesto mi último deseo: ojalá que el próximo año no vuelvas. Es duro decirle eso a un amigo, pero sí; ojalá no vuelvas, porque has encontrado un trabajo fijo aquí o mejor en tu tierra, con los tuyos. Porque ya puedes gozar de la paz y el calor de un hogar donde sentirte persona adornada con la dignidad que merecemos los que habitamos este mundo, que Dios ha donado para que todos seamos felices.
Si vuelves algún día por Villanueva, que sea de vacaciones o con un contrato de trabajo y una casa digna donde descansar después del esfuerzo. De todas formas, sea como sea, no dudes en buscarme. Encontrarás a un amigo, dispuesto a darte un abrazo y a estar cerca de ti cuando me necesites.
Gregorio Alfaro Teruel
Director de Cáritas
 

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