Ojal adolescente

Lo pensaba deshojando aquella margarita
de tu ojal… Adoleciendo
la ola de la sábana dibujada con palomas.
Un mar inmenso flotaba en el celeste
crepúsculo del eros. ¿Lo recuerdas?
 
Y la vida, que es nuestra, renacía
haciendo cabriolas,
como en aquella infancia del orgasmo.
 
Eres perla quizás, tal vez rocío
‑pensaba sorprendido‑ mientras, muda,
feliz enlazabas a mis dedos
los espacios blancos del mar que tanto gustas.
 
Te adivino en los forzados silencios,
en el pudor del encuentro, en los papeles
que de noche relleno con tus versos,
como luz que me arde y como faro
que da sentido al loco estambre de dos cuerpos.
 
La espera, el crucigrama y dos canciones
que noto ahora vivas y más deprisa,
y noto que tu amor de madrugada
me convierte la angustia en homenaje.
 
Es plácido existir junto a tu fragua.
Quisiera poetizar tu caracola
de mares y miradas,
en juguetona espiral de un infinito
amor-más-allá-de-la-muerte-enamorada.
 
Siento latirte en el ancho corazón
que te acompasa en mordiscos de metal. Un surrealismo
de fiesta es nuestra entrega. Un claroscuro
en ojivas dactilares. Todo es huella
devorada en las dermis de los besos.
 
Aquí estoy. Contigo. Por siempre dos
en la yedra vital de dos caminos. Madrugadas
de uvas y cerezas. ¿Lo entiendes, gaviota?
 
Sólo tú entras ya en el cantar de los gallos.
El demonio se apagó y un dios volcánico
saldrá todos los días a acariciar el alba.
 
Venceremos el caos. Me lo decía
aquella margarita de tu ojal adolescente.

Deja una respuesta