“De dinero y santidad, la mitad de la mitad”, solía decir mi suegro -don José Latorre Salmerón, egregio y afamado maestro de la Safa de Úbeda (Jaén)- bastante a menudo, refiriéndose a la vanidad que solemos mostrar las personas para dárnoslas de algo en demasía.
No es este el caso de nuestro amigo Juan Antonio Soria Arias, más conocido -en la “Ciudad de los Cerros”- por el acróstico JASA, pues sabemos que los libros -como los hijos- se gestan en la mente y voluntad del escritor por encima de vicisitudes, anhelos y confluencias para darlo a luz en cualquier salón de actos o auditorio que se precie e ir creciendo a su antojo, gracias a la lectura enternecida del amable lector que va dándole vida, una y otra vez, al texto que forjó su autor, yéndosele -antes o después- de las manos y del mimoso cuidado paterno, cual hijo que crece y se independiza irremisiblemente de su progenitor.