Eco… lógico

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

En esto del cambio climático, o ya desastre que dicen muchos, y también sobre la sostenibilidad del planeta en sí mismo y las garantías de supervivencia de nuestra especie a medio o largo plazo, yo me encuentro en una casi oscuridad total.

Bien que no poseo los conocimientos precisos o mínimos necesarios para hacer evaluaciones, análisis o diagnósticos imprescindibles, para luego poder opinar con cierta solvencia en estas cuestiones. Cuestiones que abarcan amplios campos del conocimiento e investigación. Pero es que, si uno se aplica con cierto interés y ánimo de aprender en la lectura de artículos y trabajos referidos por supuestamente sesudos técnicos (y por lo tanto poseedores de las razones y evidencias que los apoyen), termina en realidad algo desorientado.

De principio ya no podemos fiar de la honradez y neutralidad necesarias de los autores de estudios y trabajos; ¿por qué?, porque se intuye que están sesgados hacia unos intereses u otros, que pueden estar alimentados y pagados por los grupos de presión necesarios para trabajar hacia la opinión pública en su favor. Unos alimentando el pánico del desastre inminente y otros negando cualquier atisbo de evidencia de las alteraciones que puedan ser irreversibles.

En un curso reciente, un catedrático de universidad se mostraba más que escéptico y reticente ante el posible cambio climático y sus orígenes en la actividad humana; se acogía a la inmensidad de los tiempos biológicos y geológicos habidos, ciclos que se dieron durante millones de millones de años y que alternaban eras calientes y eras heladas. Por lo tanto, según su perspectiva, los cambios que se pueden contemplar podrían también ser meros pulsos de los tiempos climáticos terrestres (incluida, cómo no, la del cambio de polaridad magnética, cosa que ya se produjo anteriormente y con las consecuencias anejas).

Si hay científicos que son meros observadores pacientes y apenas críticos con el cacareado cambio climático en aras del lento devenir terrestre, ¿quién los puede desautorizar?

Cierto es, sin embargo, que, en los dos últimos siglos, el desarrollo humano ha sido mucho más rápido y de efectos mucho más negativos con respecto a la naturaleza que durante los milenios anteriores. Este desarrollo y sus efectos, hoy día, llegan al planteamiento de que sus consecuencias puedan ser ya irreversibles (desde luego, el tema de los plásticos, las energías no renovables, etc., etc.).

Y la cuestión de la explotación del planeta en sus recursos naturales, léase que la sobre explotación de los mares, la agro-ganadería, las talas del manto boscoso son evidencias presentes que merecen una parada y fonda para repensárselos y reestructurarlos hacia una orientación meramente de supervivencia de la especie humana.

Tenemos mal vicio de alimentarnos, para sobrevivir. Es cosa de la naturaleza y no hay todavía otra alternativa que yo sepa. Otro mal vicio es el reproducirnos. Y, cuando nos reproducimos, necesitamos comer y esto ya es un bucle irresoluble. También, en los dos últimos siglos, la humanidad ha crecido mucho más que en milenios anteriores. No me detendré en las causas, que pueden ser evidentes y sus consecuencias ahí están.

Llegamos al tema de la ganadería y de la agricultura como motivos de degradación planetaria.

Hay quienes afirman que el verdadero desastre ecológico terrestre comenzó con la llamada revolución del neolítico, o sea, en cuanto la especie humana dejó de depender exclusivamente de sus artes cazadoras y recolectoras, vivir a salto de mata y de los exclusivos recursos que le brindaba (y no gratuitamente) la naturaleza, para pasar a invertir la ecuación y ser ella -la especie humana- la que impusiese sus reglas al medio físico. Pudiera ser. Pensarse eso es mirar hacia la supuesta vida apacible y acorde con la naturaleza, ecología pura, de nuestros primitivos paleolíticos, idealizándola. Hay quienes todavía van más hacia la regresión idealizada, esos de las sectas veganas que consideran que el homo nunca debió ser cazador, como si ello fuese contra la naturaleza y la evolución de la especie (y, por lo tanto, no habría adquirido ciertas habilidades que le llevaron a desarrollar su inteligencia). Es pasarse sin pensar, mera moda de barrigas ahítas y mentes ociosas.

Ahora vayamos a la agricultura y a la ganadería. ¿Intensiva o extensivas…? Y ya la tenemos liada. Se idealiza ahora también lo extensivo contra lo intensivo, en razón de que esta anterior explota y acaba muy deprisa con los recursos naturales, además de su necesidad de reforzarlos (y forzarlos) con los elementos artificiales, principalmente químicos, que el hombre se ha inventado. Se retuerce la capacidad natural y de reacción del propio planeta. Cierto es que, mediante ciertos caminos andados, las consecuencias evidenciadas han sido negativas y letales a veces; ¿hay que hablar de ciertos insecticidas, de la sobre explotación de acuíferos, del envenenamiento de las corrientes superficiales y subterráneas, etc., etc.?

Pero, si no se hubiesen dado esos saltos cuantitativos, la alimentación de millones de personas se hubiese visto muy comprometida, si no imposible. ¿Entonces…?

Lo mismo pasa con la ganadería. Yo recuerdo que, en mi niñez, solo comían pollo los ricos (y en circunstancias especiales, que no todos los días los demás); las granjas de producción masiva permitieron que hoy día eso sea un alimento corriente tirando a pobre. Y lo mismo con los cerdos, las vacas y demás. Se produce carne abundante y barata, se alimentan millones de personas que de otra forma no alcanzarían a hacerlo. Si volvemos otra vez la vista atrás, utópicos y nostálgicos, condenaríamos al personal a prescindir de proteínas necesarias y fáciles de obtener, ¿nos lanzaríamos a cazar a todo bicho viviente que todavía existiese en los campos y durante cuánto tiempo eso se podría hacer…? Claro, deberíamos volver al veganismo arborícola; pero eso implicaría que la mayoría de la población hubiese desaparecido.

Lo extensivo, como remedio. En ciertos casos, sí. Cuando las tierras son amplias, se prestan a ese tipo de explotación; pero, dejando atrás el mecanicismo íntegro (segadoras, cosechadoras, etc.), el trabajo habría de ser como antaño, mano de obra pura y dura y puro y duro el trabajo. Con mucho menos rendimiento y, por lo tanto, eficacia en servir para una alimentación universal. Sí, mucha intención ecológica en la vuelta a los orígenes en los cultivos (o explotación ganadera) y sus productos, que deberían ser (y son) más caros y, por lo tanto, más elitistas; solo los ricos pueden permitírselos. Además, ¿quiénes están dispuestos a regresar al campo, a sus tareas y obligaciones que no permiten ni tiempo particular ni descanso?, ¿que exigen dedicación o esclavitud como antaño los temporeros, peones, yunteros y demás clasificaciones del desgraciado mundo rural…? Vuelta al mundo del señorito y del rentista.

Hay que irse a un término medio, tal vez, que conjugue lo necesario de los dos aspectos: respeto por la naturaleza y la biodiversidad y seguro de alimentación para la masa poblacional. Esto tal vez sea lo más difícil, que es como llegar a la piedra filosofal de la eterna juventud planetaria.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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