Por Mariano Valcárcel González.
Todo eso está muy bien, mis queridos amigos, pero hay que hilar más fino; muy fino, diría yo.
¿A qué me refiero con esta entradilla?, pues a la ligereza con la que se toma el asunto del envejecimiento nacional y, a su vez, el de la cuestión del aborto.
Pues que en apariencia son cosas antitéticas y excluyentes una de la otra. Y así es, en efecto, si tomamos al pie de la letra cada caso y vemos que, por un lado, la población envejece, que la pirámide de la misma está invertida; y, por el otro, negamos nacimientos que podrían, al menos, irla compensando. Y así es grosso modo.