Cartas apócrifas a un socialista

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

Compañero: vaya por delante que uso el trato por deferencia y educación. Yo no milito en tu partido ni he realizado acto alguno aún a título de “independiente” o simpatizante, ni para el partido ni para la administración regida por miembros del mismo. Pero permíteme que te envíe esta carta, a lo que creo que tengo derecho; que, al menos, el derecho de opinión se me debe respetar.

Muchos años lleva el PSOE en la vida política del país y hubo (y hay) muchos en los que alcanzó gobernanza, nacional y autonómica. Se le consideró motor del cambio y la ilusión que ello generaba le hizo volar. Se cambiaron cosas, cierto es, y hay que agradecéroslo; pero también se quedaron otras que fue necesario ser removidas. Yo, personalmente, comprendo que no siempre se puede hacer lo que se quiere en determinadas circunstancias; al fin, estamos hablando de política aplicada y no de teoría, pero este partido es (o eso dice) de izquierda y nunca debe perder esa orientación, a pesar de las presiones y de los chantajes que sufra desde la derecha. Porque la derecha siempre obra sin complejos y sin corsés que eviten su acción (y es hábil en acudir a los considerandos y las sutilezas contra el que gobierna, o a ataques despiadados). Hábil en generar escrúpulos y cuestiones de conciencia en los demás, que no tienen sacerdotes que los absuelvan. En esa trampa siempre ha caído cualquier gobierno del PSOE.

Las contradicciones, vacilaciones, marchas atrás o anuncios prontos y sin meditar de los socialistas no solo se han aprovechado por los contrincantes, sino que han demostrado poca capacidad en los gobernantes socialistas (en especial los dos últimos, y el actual lo está mostrando con demasiada e inaudita frecuencia). Siendo esto último palmario, por ahí marcha el crédito que se les había otorgado. El PSOE no puede ser mero concurso de ideas a cual más peregrina o imaginativa, si luego o quedan en nada o no se pueden aplicar. Tampoco debe dejarse llevar por quienes le retan a demostrar cada día que son de izquierdas, que en una acción de gobierno concreta y sostenida va el valor de lo que se cree.

Precisamente hay dos patas rotas, muy rotas, que demuestran esa acción timorata que nunca cuajó en verdadero poder socialista. Y contradictorias. Una, la pervivencia del franquismo, demostrable y cada día más presente, y si no es así lo demuestra el intento (que ya veremos en qué queda) de terminar con esa mancha y afrenta que se oculta en una tumba, losa perpetua, y la contestación creciente. ¡Algo que debió hacerse hace muchos años! La otra pata rota y sin arreglo es la pasividad e incluso comprensión con la que se contemplan decisiones de ciertas ramas autonómicas que demuestran que aquello de “español” pereció en las cenizas de la permisividad y debilidad (e incluso confusión ideológica) u oportunismo ramplón de unos dirigentes de muy cortas luces y menos alcance intelectual. Autorizar acciones y decisiones que van contra los demás militantes de otras nacionalidades o autonomías (al fin y al cabo esos militantes podríamos ser todos), porque nos excluyen y discriminan, no son verdaderas acciones socialistas ni se corresponden con la ideología fundamental del PSOE.

Nunca comprenderé a un socialista decretar leyes que descarten a otros por el mero hecho de tener otra lengua o haber nacido en otro lugar. Si eso lo acepta la cúpula del socialismo español téngase como cosa cierta que, aparte de ir contra su propia esencia, se marcha hacia la decadencia del mismo (y signos ha habido suficientes).

Compañero socialista; que el socialismo se demuestra andando por senda no torcida ni contaminada es cosa que se debiera saber. Que el ejercicio del poder no solo desgasta, sino que ciega y corrompe, es demasiado demostrable y los hechos lo evidencian. Que se necesita una gran labor de limpieza, decantación de lodos, afirmación de ideas (que empieza por reconocer si quedan de las fundacionales) y obrar en la debida dirección sin postureos, modas más o menos ruidosas, ocurrencias sobrevenidas y, sobre todo, echar fuera tanto elemento adherido al que le pesa más lo que se lleva en el bolsillo que lo que pueda pasar una vez deje la política (o el cargo).

Estas semanas anteriores murió un ex concejal del partido de mi pueblo. Ejerció alguna tenencia de alcaldía y algún cargo de los de recompensa por los servicios prestados hasta que se quedó al aire. Debió regresar a su trabajo en el que lo esperaban no con los brazos abiertos. Le costaba mucho sobrellevar su nueva-vieja situación. Yo hablé varias veces con él y, por sus manifestaciones y entradas en Facebook, deduje que no comulgaba con la dirección actual nacional. Creo que todo se le fue torciendo. En estas circunstancias, nunca es raro que se somatice y cualquier dolencia latente surja con fuerza. No tenía edad para morir (si es que existe alguna para ello).

Me ha hecho reflexionar lo anterior. Por esto, compañero, te envío esta misiva. Sin mayor ánimo que el de abrir para todos ese camino de reflexión tan necesaria. Y que se puedan decir las cosas por su nombre y con sus apellidos.

Sin más, un saludo cordial para ti y los miembros del partido.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

Deja una respuesta