La Sevilla del Siglo de Oro, 2

Por Fernando Sánchez Resa.

Este lugar era el centro político (Ayuntamiento) desde 1527, que es cuando empieza, y civil (Audiencia). Destaca el ayuntamiento por ser un gótico manuelino. Nos cuenta curiosidades de sus últimos tondos -que él recuerda en 1965, cuando se estaban esculpiendo: los de Grace Kelly y Ava Gadner, que empezaron a tallarlos en 1964-. Y habla largamente de la fachada plateresca rememorando que la estaban tallando en su infancia, el agregado al edificio que no se nota. Resalta la mezcolanza de estilos artísticos y remacha que aquí había una balconada donde se ponían los oficios (hay foto de todo ello) donde hoy hay ventanas. Aconseja visitar el interior con guía e informa que se puede hacer de forma gratuita; merece la pena.

Nos señala la Audiencia y antigua cárcel; y se refiere a Pedro de León, jesuita y confesor de carceleros, y conocedor de las muchas personas que había en la prisión, en la que hacían una vida muy particular. Los había que salían y entraban como Pedro por su casa; y apostilla: «Como hacen ahora los políticos y ricos con fianza». Él fue el gran conocedor y el más hondo especialista de la Cárcel Real de Sevilla, además de su actividad disuasoria en la Mancebía sevillana. La Inquisición también tenía su cárcel particular. Explica lo dura que era la vida de entonces, no solamente en la cárcel, porque había suciedad por un tubo, con las calles llenas de tierra y suciambre y el calor y las enfermedades que se propagaban fácilmente.

Los autos de fe se hacían realmente en Triana, sobre todo; también en Omnium Sanctorum, la Magdalena… Aquí, en San Francisco, no se hacían tantos autos de fe como se piensa. Eran solamente en épocas determinadas. Nos aclara que la Inquisición no era de la iglesia católica, sino que la creó la corona española para defenderse de sus enemigos, que fueron cambiando a lo largo del tiempo (protestantes, bujarrones, brujas, falsos cristianos, neo conversos que seguían practicando su primitiva religión judaica o musulmana…).

Habla de las distintas maneras de quemar en la hoguera, desde la que arde el castigado físicamente, como espectáculo, hasta los que se quemaban en efigie porque habían huido, no se encontraba o estaba muerto…; y de las barbaridades que se hacían por aquel entonces. Nos habla de la última bruja que quemaron en 1780 y que se llamaba Dolores López. Fue acusada por hereje, hacer prácticas demoníacas y tener relaciones con el diablo. Y prosigue contando muchas cosas de la Inquisición o Tribunal del Santo Oficio (Manuel es un libro abierto y de muchas e interesante páginas…), que empezó en 1478 por los Reyes Católicos hasta que se terminó en 1834, durante el reinado de Isabel II.

Y nos hace una pregunta, que luego se convierte en confidencia, al no saber nadie la respuesta: «¿Cuáles eran las tres calles más anchas de Sevilla por esa época?». Y todos nos quedamos de piedra: «Sierpes, San Luis y San Vicente».

Vamos caminando por la calle Hernando Colón, que se ha convertido en parque temático, con bares y tiendas de suvenir o recuerdos para turistas al uso, extranjeros o nacionales.

Y nos paramos en los soportales que hay en la calle Alemanes (se llama así, porque su población originaria era mayoritariamente germana) para recordar que había muchos por otras plazas o calles y que han ido desapareciendo. Subimos la escalinata para plantarnos delante de la Puerta del Perdón de la catedral, que era en donde se hacían los primeros autos de fe.

Otras nacionalidades hicieron lo mismo y tienen su propio nombre patronímico. Los genoveses ocuparon los oficios de los judíos ante su expulsión (prestamistas, principalmente). Habla Manuel de las calles gremiales o de población con sus respectivos nombres que se sabe al dedillo…

Refiere la continuada protesta del cabildo para que no se metiesen los mercaderes en la catedral o sus aledaños, para hacer negocios; de ahí la escultura o relieve que hay encima de la Puerta del Perdón. Habla incluso, como anecdotario, de las tres manos que tiene la escultura de San Pablo. Nos hace mirar a los merlones que hay encima de este lado de la catedral y cómo Sevilla los copia una y otra vez, por doquier, a lo largo de su historia urbanística.

También toca el tema de los esclavos, que tenían un tatuaje en el lado izquierdo de la cara, con una ese mayúscula y un clavo en la otra (es-clavo), para que todo el mundo lo supiese. Era un espectáculo cruel y macabro. Estamos en una zona en la que se traficaba con esclavos, incluidos los propios canónigos de la catedral. Ahora tenemos otros tipos de esclavos y tiranías más sibilinas; no hay más que mirar a nuestro alrededor. Las capillas exteriores son del siglo XVII y las vamos viendo y observando. Unas están encendidas y otras apagadas, mientras caminamos en derredor de la catedral y paseamos por sus escaleras y el acerado que lo circunda por ese lado.

La siguiente parada la hacemos en medio de la plaza Virgen de los Reyes, centro del poder religioso y político del siglo XVI. Antes de todo eso, fue un solar con vegetación, el Corral de los Olmos, que ejercía de “Salón de plenos”, de lugar oficial de las reuniones de los Cabildos municipales y catedralicios. La Virgen de los Olmos, desde su hornacina a los pies de La Giralda, bien que nos lo recuerda.

Habla de la anécdota de un león sin dientes que tenía un cardenal, porque en su época se creía que poniendo las piernas sobre él se le quitaban todos los dolores de huesos y reuma que padecía. Y luego explica el cimborrio y otras muchas cosas de la catedral. A lo largo de su historia, Sevilla ha sufrido cinco terremotos destructivos, en los que en dos de ellos se cayó el cimborrio de la catedral. Esta catedral fue hecha con un gótico tardío y de todas formas no está acabada todavía, aunque poco dinero hay para terminarla hoy en día. Habla de su importante sacristía y otras dependencias destacables. Insiste en que se hace en el renacimiento con una pléyade de artistas; luego parte de esta catedral también es renacentista, además de almohade, mudéjar, gótica, barroca, académica y neogótica.

¡Cómo molestan los coches y, especialmente, las motos que pasan con su ruido estridente y bárbaro que no respeta a nadie! Ya no confío en que alguna vez nuestros políticos solucionen este gran problema de contaminación ambiental y sonora.

Habla de La Giralda y El Giraldillo, cuyos 450 años de su colocación de ese cuerpo renacentista de La Giralda se cumplen precisamente en este año 2018.La estatua de bronce mide 3,47 metros de altura y solo el cuerpo de la estatua pesa 1,2 toneladas. Hace las veces de veleta y representa la fe, el triunfo del cristianismo sobre el mundo musulmán, culminando así las reformas arquitectónicas renacentistas que sufrió el minarete. La estatua se encuentra sobre una gran bola de bronce que fue abonada al fundidor Bartolomé Morel en 1566.Fue colocada en ese lugar, en agosto de 1568.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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