La Sevilla del Siglo de Oro, 1

Por Fernando Sánchez Resa.

Estamos citados a las nueve de la noche y la “caló” (a la que ya no estamos acostumbrados) se ha presentado bien armada para finiquitar julio y comenzar agosto. Esta tarde ya se puede hablar de verano auténtico, mientras van acudiendo -con cuentagotas- los asistentes. Según Manuel Ramírez Rubio (nuestro guía) hay apuntados treinta participantes. A ver si llegan o no. Al final, somos solamente diecinueve valientes caminantes quienes vamos a realizar esta interesante ruta turística promovida por Distrito Casco Antiguo.

En este momento, están sonando puntualmente las nueve campanadas del reloj del ayuntamiento hispalense. En cinco minutos, dará la misma hora el reloj de la catedral. Según cuenta Manuel, ésta es una tradición que se viene repitiendo desde el siglo XVIII con el fin de que parezca que los políticos llegan puntuales a los actos religiosos cuando, en realidad, siempre lo hacen tarde; por eso, lo retrasaron -¡y así sigue!- para cumplir con el protocolo. Los políticos siempre han tenido amplios privilegios, sea el tiempo que corra. El poder no tiene límites; ni quiere ponérselos…

Comienza Ramírez Rubio afirmando que ahora mismo estamos rodeados de poder, pues nos encontramos ante la fuente de Mercurio que hay delante del Banco de España (“Poderoso caballero es don dinero” decía Quevedo), el ayuntamiento de la ciudad (a mano izquierda) y, a la derecha, la que fue Real Audiencia (hoy sede de la Fundación Cajasol). Nos da una fotocopia de la Sevilla del Siglo de Oro (s. XVI), con un grabado-mapa por delante y unas escogidas referencias al reverso de Jerónimo Munzer, Diego Cuelbis, Luis de Peraza y Miguel de Cervantes, que iremos consultando a lo largo de la visita. Allí nos aclara que el siglo XVI es el siglo monumental por excelencia en Sevilla; los más importantes edificios del centro histórico son de esta época: Catedral (terminada en 1506), Lonja/Archivo de Indias (1584-1598), Giralda (campanario y Giraldillo: 1560-1568), Ayuntamiento (1527-1564), Hospital de las Cinco Llagas (1544-1601), iglesia de La Anunciación (1565-1578), Audiencia (1595-1597), la Casa de la Moneda (1585-87)… Los nuevos patrones estéticos-arquitectónicos-urbanísticos permitieron a esta ciudad derribar saledizos, arquillos y ajimeces (balcones) con el fin de eliminar la humedad e introducir el sol en las arterias urbanas.

Son las nueve y cuarto cuando, realmente, empezamos la visita, nocturna y gratuita, amenizada con un pasodoble que interpreta un conjunto callejero muy cerca de nosotros (como es costumbre encontrarse en esta ciudad, en esta época del año y otras), junto al ayuntamiento, seguido de aplausos del público que lo rodea. Se presenta nuevamente Manuel para los que no lo conocen y argumenta que es la novena ruta guiada que hace este verano. Han sido cronológicas las que él ha realizado, pero se ha quedado el siglo XV un poco suelto o descolgado, aunque siempre ha habido referencias a él en todas las rutas.

Siglo de Oro se refiere al esplendor de la Sevilla de 1500 o, como le llama él mismo, “La Sevilla del Cinquecento”. Es la época mejor documentada de todas las rutas programadas, por la cantidad de historiadores que nos lo cuentan, como si de un periódico se tratase.

Se abre en 1500 y está relacionada con el oro que venía de América. Entre otros, Lope de Vega decía que lo que llegaba a esta ciudad desde el otro lado del océano Atlántico era más la plata que el oro, que desembarcaban y traían desde Sanlúcar de Barrameda. El oro se esfumaba entre unos y otros y se iba, mayoritariamente, para Europa, a pagar los empréstitos reales. El destino de la plata era otro cantar…

En el siglo XVI, los historiadores Francisco Morales Padrón, Ramón Carande y otros dicen que Sevilla tenía trazado medieval, musulmán y mudéjar; y que, a partir de este siglo, es cuando va cambiando paulatinamente su urbanística, empezando o rellenando unos espacios y cambiando su originario skyline (silueta del horizonte).

Ya, por entonces, se decía: “Quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla”, cuando tenía 120.000 habitantes y era una de las diez ciudades más grandes del mundo. Se duplicaría su población como puerto de Indias, de negocios, etc., gracias al descubrimiento de América, su conquista y colonización. En Sevilla, había muchísimas nacionalidades: flamencos, alemanes, franceses, italianos…; así como distintas y variadas clases sociales: aristocracia, mercaderes, pícaros, esclavos, etc. La Sevilla del siglo XVI no era un paraíso como se puede creer, sino un infierno para el ciudadano de a pie, corriente y moliente.

Seguimos parados ante la Fuente de Mercurio de 1974, que ha tenido muchos traslados. Es una figura de bronce en la que se representa al dios como “argifontes” (‘protector del comercio’). La estatua actual es una copia del siglo XVIII, de otra figura, diseño original de Diego de Pesquera y Asensio de Maeda. Estuvo en 1576 en el centro de esta plaza; luego tuvo varios traslados (el Mercurio estuvo en los Jardines de las Delicias y fue recogido en el Alcázar), hasta que la llevaron a la plaza del Pato, hasta 1956. Comenta que otra vez han robado el pato (que es de bronce bueno) y que actualmente se encuentra en las dependencias municipales del Distrito Casco Antiguo, con el fin de reponerlo pronto a su lugar actual (Plaza de San Leandro, más conocida como Plaza del Pato).

Escribía Luis de Peraza -religioso e historiador-, en un libro de 1535, respecto a las dimensiones exactas de esta plaza de San Francisco: “La plaza rectangular de dos tiros de ballesta de largo y uno de naranja de ancho. Estaba porticada con muy altos y buenos portales a la redonda y con ventanas y miradores y azoteas, como las castellanas de su tiempo”.

 

Manuel comenta que vinieron muchos italianos en aquella época, con motivo de las bodas de Carlos V que se celebraron en el Alcázar, en lugar de hacerlo en Granada, que era donde estaba programada.

 

La siguiente parada la hacemos delante de la trasera del ayuntamiento actual y el guía se sincera diciéndonos que piensa hacer una futura ruta en la que le dará dos o tres preguntas (relacionadas con la visita en cuestión) a cada asistente para que vayan haciéndoselas y no quede ningún fleco suelto. Toca, a su vez, diversos temas: la mancebía, las guarrerías y bellaquerías que se hacían por entonces (“la cosa de la jodienda, no tiene enmienda”, dice el vulgo sabio); la Inquisición, comenzando los autos de fe aquí y en otros lugares de la ciudad que luego serían el recorrido oficial de Semana Santa…

 

fernandosanchezresa@hotmail.com

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