Sabiendo que el primer fin de semana de agosto (los días seis y siete) se iba a celebrar el IV Mercado de productos de la huerta en el mismísimo corazón de la antigua iglesia de San Lorenzo, en su nave central, donde sus descarnadas catas arqueológicas muestran abierta y permanentemente su interesante historia; y que se complementaría con desgustaciones, visitas guiadas y taller hortelano para niños cocinitas, hago el firme propósito de asistir, reafirmándome en que Úbeda ofrece muchos alicientes que invitan a veranear en ella.
Por eso, acudo temprano (el sábado) con mi esposa y me encuentro con amigos que traen el mismo objetivo: comprar frutas y hortalizas frescas (e incluso ecológicas) que desbordan vitalidad, aroma y colorido. Además, compruebo que la animación se va incrementando conforme avanza la mañana, pues todo el mundo está deseando adquirir productos hortofrutícolas de estas huertas del sureste ubetense que luchan titánicamente por sobrevivir ante el avance del monocultivo del olivar y de la presión comercial de otros lugares de nuestra geografía regional o nacional.
Y aprovecho para saludar, afablemente, a dos de los hermanos Berlanga Martínez y al padre de la saga, promotores indiscutibles de este milagro ubetense que está floreciendo al sur de nuestra ciudad, con sumo esfuerzo y sabiduría, en un barrio un tanto despoblado y dormido, pero que está siendo revitalizado principalmente por el amor incondicional de la Fundación Huerta de san Antonio (y algún que otro colectivo o particular), mediante un rosario de valores y voluntades que van entretejiendo con firme y decidido tesón: cultura, mestizaje, solidaridad, restauración del patrimonio, abierto por obras, cooperación, juventud, creatividad, dinamización del barrio…
Y, tras hacer la compra y charlar pausadamente con Nicolás (presidente de la mencionada fundación) y su padre, soy invitado amablemente (juntamente con mi esposa y un escogido ramillete de amigos), a visitar su último proyecto, como botón de muestra de su valentía y pundonor: la compra y el obrado de la casa que está frente a la espadaña de San Lorenzo, en la calle Hortelanos, y que desemboca en la ancha plaza de la Puerta de Granada y la Ronda de Antonio Muñoz Molina. ¡Un auténtico acierto para engrandecer y prolongar el objetivo dinamizador de expandir su foco de valores solidarios por toda la ciudad!
En ella, he podido palpar y fotografiar parte de la historia de mi ciudad, pues en su patio han aparecido restos de la muralla del siglo XVI, juntamente con su calle de ronda paralela y otros interesantes restos arqueológicos o históricos que van a ser conservados y puestos en valor, para que la ciudadanía visitante pueda degustarlos cual especial y autóctono menú turístico: como ya se está haciendo, pues este recorrido ha sido incorporado a las visitas turísticas que ofrece regularmente (durante todo el año) la iglesia de San Lorenzo. Nicolás prevee que la obra estará acabada para final de año y así podrá comenzar, en 2017, la andadura de una nueva y flamante residencia de hospedaje, a disposición de los amigos de la fundación, con cuatro lindas y espaciosas habitaciones (y sus servicios correspondientes) y con inigualables vistas al valle del Guadalquivir, Sierra Mágina, Puerta de Granada, Santa María y El Salvador, etc. Seguramente será un lugar mágico, irrepetible y sumamente inspirador para que visitantes, más o menos ilustres y/o escritores afamados o en ciernes, puedan descansar, pensar y elaborar sus más bellos e imaginativos trabajos literarios, como hizo Washington Irving en su afamada estancia en La Alhambra de Granada. La cercanía de la renacida iglesia de San Lorenzo ejercerá, estoy seguro, un alto estímulo sentimental.
Al final, ha resultado que vine buscando productos frescos de la huerta ubetense, especialmente unos inigualables tomates rosados o de piel de doncella (que me encantan), y llevo en mi morral unos mestizos y sustanciosos tomates culturales…
Úbeda, 6 de agosto de 2016.