Por Fernando Sánchez Resa.
Querido comprovincianos y amigos de esta tierra jienense. Llevo demasiado tiempo sumergido bajo las aguas y con esta sencilla carta quiero enviar un SOS de auxilio y amparo a todo aquel ciudadano, turista, político… de bien que tenga amor por esta tierra del Santo Reino, en la que nací y a la que tanto amo.
Fue mi padre, el afamado arquitecto Andrés de Vandelvira (Alcaraz, 1509‑Jaén, 1575), quien empleó su gran sabiduría para proyectarme como única obra civil renacentista en la provincia de Jaén, para que el río Guadalimar (en árabe «wad al‑ihmar», que significa ‘río colorado’) pudiese atravesarme, dándole sombra y cobijo al pasar entre mis piedras; y también, para facilitar a mis queridas gentes una segura y rápida travesía terrestre.
He sido protagonista durante muchísimos años de la vida de esta comarca jaenera del Condado, por lo que soy más autóctono que todos ustedes, pues fui construido entre los años 1564 y 1581 como camino alternativo al de Despeñaperros. He visto pasar, entre mis ojos, millones de metros cúbicos de agua; y, por encima de mis lomos de piedra, han transitado multitud de caminantes y peregrinos que siempre han agradecido mi presencia. Cómo no voy a recordar al santico de Fontiveros (san Juan de la Cruz) que pasó por aquí bastante enfermo y protagonizó el famoso milagro de los espárragos silvestres, cuando el tiempo no era propicio para ello…
Sé, por demás, que yo no soy Abu Simbel, con sus famosos Templos de Ramses II y Nefertari en Egipto, rescatados “in extremis” de las aguas del Nilo, cuando construyeron la famosa presa de Asuán; pero, tengo mi dignidad, ya un tanto por los suelos, tras los años que llevo bajo las aguas; aunque, paradójicamente, últimamente he sido ayudado por la sequía y el estiaje, que son mis mejores amigos y aliados, puesto que cada cierto tiempo me hacen renacer para mostrar a todo el mundo mis piedras húmedas, doloridas y resquebrajadas y mis esquilmadas barandillas, como prueba y oprobio de la dejadez y el abandono que padezco desde que vino a construirse el pantano del Giribaile. Por cierto, yo no estoy en contra de él, sino que lo que les ruego y seguiré pidiendo, mientras tenga fuerzas en mis entrañas, es que me salvéis, a toda costa, pues no me importaría que me trasladaseis a cualquier sitio idóneo y soleado para que sirviera como puente, incluso de adorno; podría ser al arroyo del Gavellar, para que luciera como monumento, o al Parque Norte ubetense, como se pensó en un tiempo, pero siempre al aire libre con el fin de que pueda ver, cada jornada, a mis vecinos (los humanos) paseando por encima de mí o en mis aledaños, así como escuchar el dulce silbo del aire y de los pajarillos que siempre vinieron a darme noticias de mis entrañables vecinos y pasajeros. ¡Ah!, y oler ese suave perfume que exhalan las flores de mis entornos campestres…
Por Dios, por vuestros padres o hijos, por quien más queráis en este mundo, os lo pido: removed Roma con Santiago, acudid a quien sea necesario, constituid una plataforma ciudadana eficiente…, haced lo que veáis más conveniente; pero, por favor, no me dejéis más tiempo así: pudriéndome en vida bajo el agua, ahogando mis penas en este líquido elemento, pues no sé cuánto tiempo resistiré este vilipendio… ¡No esperéis a que sea tarde y ocurra como con tantos otros monumentos o casas solariegas ubetenses que se perdieron o malograron por los siglos de los siglos…!
Os doy las gracias anticipadas, ubetenses y comarcanos del Condado, pues sé que esta vez sí lo vais a intentar y conseguir. ¡Por fin, volveré a ser el renacido puente que siempre añorará aquellos viejos tiempos en los que el agradecimiento y la alta estima resonaban una y mil veces en mis pétreos oídos…!
¡Os espero y quiero, siempre…!
El Puente de Ariza.
(Conocido también por Los Espárragos o La Puente Nueva del Guadalimar).
Úbeda, 20 de mayo de 2016.