Por Pedro Pablo Vico Robles.
En la tarde de abril,
verde y risueña,
alzamos a la Madre,
la Virgen Bella
entre varas de palio,
incienso y velas;
y al paso de su trono,
la gente reza…
¡Eres la Virgen guapa,
eres la Madre buena,
eres flor de lirio,
la más blanca azucena!
Tus hijos, que te aman,
te cantan,
zarandean,
te orlan
con piropos,
te aplauden
y vitorean…
Y a pesar de tu Amargura…
se acrecienta tu belleza.
Entre acordes de marchas,
entre el bello balanceo,
la Madre de Dios
camina
con una lluvia de pétalos,
terciopelos de colores,
palmas, emoción y versos,
y entre lágrimas recibe
de cada mirada… un beso.