Mi primer destino

Por Fernando Sánchez Resa.

Fue… a la “Tacita de Plata”. Allí me desplacé, haciendo mi primer largo viaje con mi flamante carnet de conducir, obtenido el verano anterior. Tenía diecinueve años y todas las ilusiones intactas. Cogí el Seat 600 D (vulgarmente conocido y nombrado como “El Seillas”) que mi padre me había regalado con lo obtenido en el tercer curso de magisterio, que era todo de prácticas y pagado. ¡Ese sí que era un buen plan de estudios de magisterio: el Plan 67! Por eso lo quitaron tan pronto…

Marché con mi entrañable y querido amigo Miguel Consuegra Melgarejo, ya que antes habíamos hecho unas laboriosas pruebas (al estilo de oposiciones internas) en Córdoba, en donde por aquel entonces estaba la central de la Safa de Andalucía. Ambos, ganamos nuestras respectivas plazas; por lo que fuimos destinados al colegio “Padre Villoslada” de San Severiano, en Cádiz, que estaba por entonces, no sé ahora, pues no he vuelto desde 1973, frente al cuartel de la Guardia Civil, donde comeríamos todos los días un apetecible y barato menú…

 

En mi “Seíllas”.                                                   En ruta.

Nos alojamos en el piso de abajo de las viviendas de maestros que, junto al colegio, había; y al que se le denominaba La República, puesto que cada cual vivía a su modo y manera, con una auténtica libertad absoluta de horarios, siempre guardándose el máximo respeto, ya que cada habitación particular era feudo independiente…

Salimos a hacer el largo viaje (de más de 400 km) mi amigo y yo con mi “Seillas” de segunda mano, al que siempre le he tenido tanto cariño y que me trae tan bellos recuerdos; aunque, primeramente, llenamos el depósito de gasolina que se encontraba en la parte delantera del vehículo. De ahí que cada dos por tres parásemos para ver qué pasaba, pues durante todo el trayecto olía mucho a gasolina y creíamos, mi amigo como copiloto y yo como conductor novel, que algo malo estaba ocurriendo…

 

Écija.                                                               Utrera.

El viaje fue larguísimo, pero interesante y divertido. Duró demasiadas horas (no recuerdo cuántas), parando en diferentes lugares del camino. Esquivamos la gran ciudad de Sevilla yéndonos hasta Écija y, desde allí, cogimos dirección Marchena‑Utrera…

Durante el trayecto, solamente adelanté a algún que otro tractor, pues a otros vehículos no me atrevía por mi miedo e impericia conductora: ¡era mi primer largo viaje; mi bautizo como conductor en carretera abierta!; y porque, además, no existían las autopistas o autovías (que más tarde Europa nos financiaría) y temía tener un choque frontal, que siempre se sabe que es mortal…

 

Marchena.                                            Cádiz.

Cuando llegamos a nuestro destino, buscamos acomodo en unas de las fondas de esta bella capital gaditana, en pleno corazón monumental; oyendo, la primera noche, las dulces y melodiosas campanadas de la catedral que acunaron nuestro sueño. ¿Cómo verían los espabilados marchantes o mozos del lugar a estos inocentes pipiolos y/o paletos que veníamos a la capital? Seguramente, se reirían a nuestra costa y a nuestras espaldas; y no les faltaría la tentación de engañarnos…

Cuando nos tomamos, en una terraza de un bar céntrico, unas jarras de cerveza (¡qué sorpresa nos llevamos cuando el camarero nos las trajo de un litro cada una; mas, aunque sorprendidos, no nos arredramos, pues no dejamos ni gota!) con sus acompañamientos sólidos, mi amigo Miguel y yo creíamos haber alcanzado el cielo. Y, en verdad, que lo habíamos conseguido, pues la tranquilidad del viaje cumplido y del hermoso y añorado trabajo que íbamos a comenzar: nada menos que de maestros en la afamada Safa de Cádiz, nos iba a reportar muchas y buenas vibraciones, con variadas amistades y agradables compañeros.

 

Colegio “Padre Villoslada” en Cádiz.         Fachada principal del colegio.

Curiosamente, por aquel entonces, todo el claustro de este colegio de EGB era de la provincia de Jaén: los Bejaranos, Titos, Fernando Otálora (que era el director), uno de los competentes Roldán Malo, el futuro brillante escritor Jesús Maeso de la Torre… Todos, muchos más jóvenes que hoy en día; y algunos, como Miguel y yo, con un futuro incierto que estrenar…

¡Cuán dulce y reconfortante es la nostalgia…!

Úbeda, 2 de abril de 2014.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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