Un poco de podemos, por favor

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Por Mariano Valcárcel González.

Nuestro primer ministro afirmaba, con razón, que no se pueden prometer cosas que no se puedan cumplir, porque a la postre frustran y crean desencanto. Y lo dice él, claro, que sabe de esas cosas y yo no tengo más remedio que adherirme.

Querer no es poder. Esto debería estarnos medianamente claro. Poder es hacer. Y se hace cuando se puede y porque se puede. Lo demás es mero fuego de artificio.

Para poder y hacer se debe disponer de los medios e instrumentos necesarios. Lo demás es mera intencionalidad sin base. Y, teniendo los medios, debemos poseer el conocimiento y la sabiduría necesarios para su buen uso. Lo demás es irresponsabilidad. De ahí que si hay cosas que son necesarias de afrontar, y más pronto que tarde, no vale el socorro a la inacción y al inmovilismo en aras de la petrificación o la atrofia, que únicamente beneficia a lo que se ha dado en llamar “casta”, muy cómoda en llevar hasta el límite la explotación del sistema. Vale, he utilizado la palabreja maldita, ¿y qué…? Todo el que tenga dos dedos de frente sabe a qué me refiero (y los aludidos aún más). Ir a reformas necesariamente posibles debería ser el programa de las próximas elecciones, que se deben realizar si se cuenta con el respaldo suficientemente necesario (incluso a costa de coaliciones) y mejor con el necesario consenso. Por eso, me permito indicar algunos puntos que, a mi juicio, debieran tenerse como guías programáticas:

  1. Actualizar y reforzar, sincronizando, la voluntad política con la voluntad ciudadana… Optimizar la eficacia representativa de los elegidos… Exigir una depuración (regeneración) profunda en la política y en la sociedad en general… Empezando por anular las inmunidades y fueros especiales de la mayoría de los políticos o altos funcionarios.
  2. Eliminar la posibilidad de la perpetuación en los cargos y la llamada puerta giratoria… Hacer la representación más directa, mediante listas abiertas y porcentajes compensados (o segundas vueltas)… Eliminar estructuras e instituciones político‑administrativas obsoletas o de nulo rendimiento… Cumplir estrictamente la separación de poderes…
  3. Potenciar la administración local como primer escalón en la relación administración‑administrado y elegido‑elector… Cambiar o modificar, mejorándolo, el marco constitucional… Reconstruir la estructura del Estado… Lograr y consolidar la efectiva laicidad y neutralidad religiosa del Estado… Hacer que la política mande sobre la economía y no al revés…
  4. Potenciar la profesionalización y neutralidad del funcionariado público, suprimiendo la adjudicación partidista en los niveles superiores y los órganos paralelos a la administración… Revisar, unificar, actualizar o suprimir la legislación actual, sobre todo en los temas que más afecten a la ciudadanía… Modificar de forma radical la administración de Justicia…
  5. Diseñar un sistema impositivo y fiscal racional, justo y distributivo… Restaurar a sus niveles anteriores, y potenciar la Sanidad y la Educación… Asegurar los servicios públicos generales y de calidad… Mantener bajo supervisión o control, si procede, los bienes y servicios considerados de importancia estratégica… Supervisar o controlar, si procede, los servicios y activos financieros en razón siempre del bien común… Restaurar las relaciones laborales sobre el principio de la necesaria colaboración y mutua dependencia entre empleador y empleado… Mantener la libre propiedad siempre que cumpla o mantenga el bien común como principio superior…
  6. Fomentar la reconciliación y la concordia nacional, superando los temas que más nos han separado históricamente…

No se puede aducir, con decencia, que casi todo lo anterior no es asumible. Ni que no se puede tocar nada… A la vista está que sí y no se ha hundido el mundo: se modificó la Constitución sin mayores problemas y sin más protocolos. Se ha cambiado de Rey (otra gran incógnita solucionada) sin que la cosa haya ido a más. Se ha trasteado hasta al Tribunal Constitucional, como si fuese un vulgar juzgado. O sea, que las cosas se pueden.

Todo esto es un sucinto programa de acción posible si se tienen los instrumentos para ello, lo que requiere, reitero, votos y poder de gobernar. Y los acuerdos y el consenso necesarios con otras formaciones más o menos afines, pero dispuestas a llevar adelante un programa regenerativo de la vida pública española. No me gustan los radicalismos doctrinarios y, por lo tanto, menos todavía la exhibición de “purezas” como arma de aniquilación de los argumentos del contrario (y de su existir). Por eso, se necesita mente fría y mucha lógica política. Y mucha información y mucha pedagogía.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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