Por Jesús Ferrer Criado.
Casi todos hemos sido injustos con nuestros padres. Les hemos exigido más de lo que podían darnos. Les hemos exigido ser inteligentes, audaces y capaces en la búsqueda de nuestro bienestar, como si todo dependiera de su voluntad y hemos hecho sangrientas comparaciones entre nuestra situación familiar y la de otros más afortunados, como si la desgraciada diferencia fuera culpa de ellos, de su torpeza. Pero con quienes hemos sido mucho peores, injustos hasta el sarcasmo, ha sido con nuestros primeros padres, o sea con Adán y Eva, sobre todo con Adán.