Por Mariano Valcárcel González.
He dudado bastante si escribir, o no, lo que acá abajo sigue.
De veras. Primero, porque no es de mi gusto; y segundo, porque está lejos de mi intención el unirme al coro de los inventores de historias y de agravios provenientes siempre, ¡cómo no!, de los de la izquierda, esos que deberían ir ladrando su odio por las esquinas y que, con seguridad, no han hecho nunca nada bueno ni por la ciudadanía ni por el país. Ya recibieron leña hace décadas, con razón o sin ella, muchas veces y que, además, no están pasando precisamente sus mejores momentos y sus perspectivas no son halagüeñas en demasía.