La nostalgia es patrimonio personal y, como tal, inalienable. Uno tiene su o sus nostalgias y con ellas convive, con ellas sueña, con ellas regresa al pasado (tal vez un pasado idealizado y en verdad irreal); pero está en su derecho de tener nostalgia. Nada que objetar.
La nostalgia es añorar un pasado por el que alguna vez transitamos y del que ya únicamente podemos obtener recuerdos, enseñanzas, alegrías o pesares de lo que hicimos y conseguimos. Traemos a nosotros un pasado, a veces con la intención absurda de convertirlo en presente, absurda por lo imposible. Otras veces nos sumimos en ese nostálgico recuerdo por mera entrega sumisa a nuestra impotencia pasada y actual. O la desarrollamos como una película que ahí tenemos, por la que no pasa el tiempo, repetitiva y obsesiva.
La nostalgia puede llegar a tornarse enfermiza.