2.- Lujuria y conciencia social.
A primeros de julio, recibí carta de mi amigo “El Colilla”: me decía que era jefe de zona de los laboratorios LAMDER S.A. de Barcelona y que, si me decidía a marcharme con él, podía enchufarme en el departamento de contabilidad de la compañía. Mi madre se puso loca de contenta. Iba por la calle enseñando la carta a las vecinas y dando gracias a Dios por haber escuchado sus plegarias. ¡Una colocación! Aquello era un milagro. Hubiera preferido que el trabajo no estuviera tan lejos, pero el Sagrado Corazón de Jesús ‑de quién era muy devota‑, no le negaría su ayuda. Cómo la vería, que tuve que obligarle a tomar una taza de tila, no fuéramos a tener una desgracia.