Infantilismo

La tendencia de cualquier estructura estatal no basada en una verdadera democracia, y por tanto no madura, es la de considerar a sus ciudadanos como seres menores de edad o tan imbéciles que sea imprescindible el estar sobre ellos, decidir por ellos, hacer lo que se crea conveniente, pero sin la mínima intervención de los mismos. Tenerlos en permanente tutoría. Vamos, que pervive el viejo espíritu del Despotismo Ilustrado con su «todo para el pueblo, pero sin el pueblo».

De ahí se sigue bebiendo, en la acción diaria de gobierno, de la prácticamente totalidad de los estados planetarios, con sus gradaciones correspondientes.

Los que se acercan más a una plena democracia se alejan también más de la práctica anterior; los que son meras democracias nominales, o auténticas dictaduras, son los que llevan más a rajatabla el modelo ilustrado.

No nos confundamos; el capitalismo depredador, el neoliberalismo ultra no es modelo de democracia auténtica, por aquello de que se deja de tutelar al pueblo aparentemente; no, pues su base es el dominio o la dictadura del poder financiero y especulativo del capital, tanto sobre los gobiernos como sobre los ciudadanos gobernados. En realidad, obran conforme a sus propios y determinados intereses que nada tienen que ver con ningún espíritu filantrópico o ilustrado. El pueblo les tiene sin cuidado. Y su poder se basa en su dominio de los recursos de toda índole y su posición preeminente y dominante sobre todos los demás, desaparecida cualquier relación bilateral de equilibrio o de igualdad de oportunidades.

Pero volviendo al inicio, mantener al ciudadano en perpetua minoría de edad le es rentable al gobernante. Papá estado (gobierno, administración a cualquier nivel) es el obligado a hacerlo todo, a resolverlo todo, a dar servicios de cualquier tipo y a cualquier hora… El ciudadano meramente se limita a esperar o reclamar la ejecución de esos servicios y lograr su efecto inmediato en el discurrir de su vida. El estado del bienestar se ha basado en ello. Con mayor o menor acierto, con mejor o peor fortuna, con verdadero interés o por mero maquillaje político, los gobiernos que lo pusieron en marcha intentaron llegar a un estado calmo, de paz social, usando de estos esquemas. Pongo un ejemplo concreto: si vamos a una ciudad y la vemos sucia, pensamos que falta el servicio necesario, que no ponen las autoridades, lo cual es su obligación; pero ¿por qué no pensar que sus habitantes son unos guarros?

Lo malo es que a todo se acostumbra uno, y a la sopa boba antes; y esto ha dado lugar a entender como total obligación del estado mantener, fomentar y aplicar, aumentándolos si cabe, los sistemas de protección social. Y todo ello sin contraprestaciones. En nuestras España, donde los controles brillan por su ausencia, donde la rutina marca el ritmo de las cosas y donde se creó la picaresca y el pedir es endémico, lo anterior es marca de agua.

¡Ay, ay, ay, Mariano, que te derechizas! No es eso, es que hay que andarse en los caminos de la verdad, caiga quien caiga y duela a quienes les duela. No es que les esté dando la razón a los que se han empeñado en desmontar todo lo anterior, porque en esta acción están resultando sumamente injustos; creo que lo que se modifique, minimice o desmonte no puede ser a mero derribo y sin colocar nada en su lugar, sino reforma verdadera y justa. ¿Qué cómo se hace eso? Pues con mucha investigación sobre las verdaderas necesidades (y necesitados), estudio, planificación y determinación de prioridades, y exigencia de corresponsabilidad y de deberes. A todos los niveles.

Porque aquí se hipertrofió el uso y el sentido de la palabra DERECHO, pero se olvidó la palabra DEBER, que debe ir indisolublemente unida a la anterior. Y de la palabra RESPONSABILIDAD ni hablamos ya, que no debe existir en nuestro vocabulario. Demostrado queda.

Ya es hora de dejar la tutela de la sopa boba, aunque hasta ahora haya dado ciertos réditos políticos (y se crea que puede seguir dándolos); pero no de lo que de veras permite la igualdad de oportunidades en una sociedad donde la carrera hacia la meta está tan desnivelada. Nivelar el terreno para hacerla más fácil no puede decir que se tenga que correr por obligación, o darle entrenamiento y equipación a quienes no quieren ni correr. La equidad versus igualdad no puede ser premiar como vencedores a todos, corran o no. La carrera de la vida y de sus oportunidades debe facilitarse a quienes quieran correrla en primer lugar, a quienes estén capacitados y a quienes sepan aprovecharla. Y así, la puesta en práctica de los recursos necesarios.

Las cuotas, las reservas, las compensaciones por el mero argumento de pertenecer a grupos de diversa clasificación me parecen innecesarias e injustas por discriminatorias. Sí; discriminatorias porque no hay mayor discriminación que la que se busca como justificante frente a los demás. No es que sean discriminaciones positivas, es que son discriminatorias de los que no entran en estas clasificaciones. Y, a veces, los así discriminados se encuentran muy cómodos en su peculiar y supuesto estado. Ni positivas ni negativas. Ninguna. Esto es jacobinismo, pero de ello me confieso.

El mejor ejemplo de tutoría social, de permanente infantilismo, lo tenemos en las dictaduras, pero de esas… ¡a qué hablar!

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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