El aire que cura las enfermedades (I)

En nuestra civilización, la salud se relaciona con los hospitales y las farmacias, olvidando que la orilla de un río, la playa o el interior de un bosque tiene un extraordinario poder protector contra las enfermedades, no solo las somáticas, sino también las psíquicas.

En los procesos orgánicos de los humanos se producen unas sustancias, denominadas radicales libres, que son muy peligrosas para la salud al provocar una serie de alteraciones tales como envejecimiento precoz, depresión, alergias, cardiopatías y, lo más peligroso, cáncer.

En estos procesos naturales aparecen, también, unos “exaltadores del mal” o elementos perniciosos, y unos “correctores” o elementos buenos que se conocen como antioxidantes. Entre los primeros se encuentran: grasas saturadas, contaminación, radiaciones, determinadas sustancias químicas, drogas, etc.; y entre los segundos están algunas vitaminas, resveratrol (en el vino), selenio (en el pulpo), flavonoides (en la granada), etc.

Para suerte del hombre, dentro del grupo de los elementos defensores de la salud existen, además de los citados anteriormente, unos iones “buenos” cuya presencia está en el ambiente, aunque no todos los ambientes tienen igual cantidad de ellos (en el interior de una casa, su concentración es de unos 100/cm3, mientras que a la orilla de un río se contabilizan unos 70 000/cm3).

Es cierto que nuestros abuelos experimentaban que a la orilla de un río, en una montaña, dentro de un bosque, tenían una sensación de bienestar; ahora conocemos, científicamente, las razones que mejor pueden explicar el fenómeno.

En el curso medio del Guadalquivir, por Villanueva de la Reina, el río traza una serie de meandros por los cuales la corriente discurre rapidísima o remansada, y donde aparecen zonas de sedimentación llenas de una vegetación lujuriante. En uno de estos lugares está el Batán de Santa Potenciana, un espacio que hoy podemos asegurar, con argumentos de la física, que ayuda a curar las enfermedades del cuerpo y del alma, y donde a lo mejor no es por casualidad que, desde hace más de veinte siglos, aquí se han sucedido extraordinarios fenómenos antropológicos.

 

Los meandros del Guadalquivir en Villanueva de la Reina tienen unas características ambientales especiales. En uno de ellos, junto a la antigua ermita de Santa Potenciana, se han sucedido una extraordinaria cantidad de fenómenos antropológicos.

 

En mitad del Guadalquivir, frente a la antigua ermita de Santa Potenciana, existe un batán que ha desafiado la corriente del río durante cientos de años. Encastrada en sus paredes, una lápida proclama que en sus inmediaciones estaba Iliturgi, afirmación que coincide con el lugar que señala Antonino para esa ciudad en el itinerario romano entre Córdoba y Cástulo.

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