30 prosas de amor, 29

Aquella roca amenazaba miedo en el retal de la vida que quedaba, aquella luna melón tan diminuta me invitaba a reiniciar la lucha, el mapamundi de un universo tal vez antiguo para nosotros, para la vida de los metales, el agua inunda la tierra toda, los continentes con sus perfiles, los otros mundos que nos circundan y nos reclaman su voz opaca, su singladura de otras galaxias.

¡Cuánto daría por ofrecerte de nuevo un beso nuevo, como en aquel teide! Y entonces te soñaba en la clara claridad de los mundos por mí desconocidos, y parecía que todo empezaba a tener sentido, como si hubiéramos estado allí, desde el comienzo, pero no era cierto, se iba nuestro mundo porque ya estaba escrito.

La luz recién nacida, ligeramente tibia,llegaba a los confines de un sol blanquidorado, la llama alumbra el faro, tu amor se me ilumina con ojos invisibles, la luz se colorea allá por las cascadas, después viene la niebla y acurruca su nube en el blanqueado paisaje.

Entre la luz y las palomas, que sé que no te gustan, la nieve nos tejía su voz de terciopelo, y allá por las alturas, también tu mundo iba cual ave peregrina, azul intensamente, la sola luz del agua regaba la cabaña que nos hizo invencibles y eternales relojes en la arena.

Y nos venía la tarde pescando crucigramas en la playa silente, aún invertebrada, y la luz se pintaba en el horizonte manso. La piel de aquellas aguas, su luz tan plateada nos doraba las húmedas encías… y el cielo confundía los reflejos de arena.


donrafael@andaluciajunta.es

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