Hay una consigna para ti

Tengo la sensación de que a los sociatas dicho sea con las debidas reservas─, les han dado una consigna: hablar del paro. Hubo un tiempo en que la consigna era decir que la derecha no quería arrimar el hombro… y lo decían todos, sin excepción. Luego la tomaron con la “crispación” y no se les caía la palabreja de la boca. Cuando la crisis era galopante y ellos no lo admitían porque sabían de quién era la culpa, inventaron la palabra desaceleración. Y, cuando ya estaban con el agua al cuello (cinco millones de parados y un cuarenta por ciento de paro juvenil), no se cansaban de repetir otra consigna: que a cada “provocación” de la derecha, responderían con una idea. De aquella avalancha de ideas surgió el Plan E. ¡Ole, ole y ole!

Lo dicho: cada momento tiene su consigna. Hoy han vuelto a salir por la tele los del “Nunca mais”, y cualquier día vemos desfilar a los de la ceja con Pilar Bardem, al frente de la caravana, gritando «No a la guerra». Como los han echado de todas partes, les sobra tiempo para inventar consignas y salir a la calle (más de dos mil manifestaciones en Madrid en lo que va de año) a vociferar contra el paro, la enseñanza y la ruinosa situación que nos dejaron.

Eso de las consignas no es de ahora. Dicen que Franco siempre ponía en el gobierno a un ministro falangista, para que, a la menor oportunidad, hablara de la Revolución Pendiente; Felipe González tenía a Alfonso Guerra para organizar las manifestaciones de la “Otan, de entrada, no”; y, a Matilde Fernández, le encargaron promocionar los preservativos entre los españolitos y las españolitas. O sea, el “Póntelo, pónselo”. ¿Recuerdan? El señor Artur Más, tan fino y atildado, también ha inventado su consigna: «El derecho de los pueblos a decidir», a ver si consigue lo del Pacto Fiscal, y salimos del agujero que nos dejaron los señores del Tripartito, con el señor Montilla don Josep─, y don Josep Lluís Carod Rovira, en los papeles estelares.

A mí estas consignas no me parecen ni bien ni mal; me las tomo como lo que son: artimañas de políticos que, como tienen la vida resuelta a cuenta de nuestros bolsillos, exaltan con consignas a sus incondicionales. Algo tienen que hacer las criaturas. ¿No?

«Hay gente pa tó» decía el filósofo─, y cada uno está en su derecho de pregonar las consignas que le dé la gana. Faltaría más.

Pero no era eso lo que quería decir. Llevo una temporada en el más absoluto de los silencios para no herir la sensibilidad de mis más leales seguidores, en especial a uno. Pues bien; hay un pequeño grupo pequeño, esa es la verdad─, que debe de echar de menos mis intervenciones y no para de mandarme correos de esos que ponen a Rajoy a caer de un burro… a ver si pico.

Eso no está bien. Hay que reconocerlo. Vuelve uno a casa por la noche harto de disfrutar, y se encuentra además de las malas noticias de la tele, y el miedo que nos están metiendo con el jodío rescate, los correos de sus amigos recordándole lo que uno lleva en la cabeza todo el día: que estamos en manos de unos incapaces que nos dejarán en la miseria. Es la consigna que corre por internet. ¿Os parece bonito? Poneros la mano en el pecho, o en donde os apetezca, y decidme si eso es normal. Ya no te sientan bien ni la cena, ni las cervezas que te acabas de tomar.

Como soy bien pensado, imagino que les hacen gracia las consignas y me las mandan para que yo también me ría. Bueno, pues no. Que Dios les pague con años de vida y muchos nietos su buena voluntad, pero que no me manden más. Se lo digo de verdad. Y si lo que pretenden es tocarme las “zonas festivas”, que estén tranquilos que no lo van a conseguir. No debo nada a los políticos, al contrario: nos han amargado la vida a mucha gente de bien y lo que te rondaré Rajoy. Que nadie me mande consignas diciéndome de qué pasta están hechos: lo sé muy bien. Agradezco la buena intención y que nadie se enfade, pero encuentro esos e-mails con poca imaginación. Ni me hacían gracia los de antes, ni los de ahora. El que quiera decirme algo que lo diga claro o que ponga unas líneas en la página web, que para eso está.

Cambio de asunto. Acabo de leer el texto de Pepe del Moral: “De lo infinito a la belleza”. Eso es tener buen gusto. Sería deseable que hubiera en nuestra página web muchos mensajes parecidos para ayudarnos a soportar esta “desaceleración” que nos azota. Escritos como el suyo se agradecen.

Un abrazo a todos y feliz reencuentro el próximo día veinte.

Barcelona, 16 de octubre de 2012.

roan82@gmail.com

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