De una coincidencia

Se publica en esta página web, en las últimas semanas, una reseña por capítulos sobre las peripecias de un fraile carmelita que en el estallido de la guerra civil, en Úbeda donde se encontraba, sufrió las desgracias de la situación en sus propias carnes. Esas circunstancias las redactó en un librito en Argentina, donde fue trasladado con posterioridad (no sé si voluntariamente o no).

Conocí tal existencia por un párroco de la ciudad y pude acceder a la primera parte de esa redacción (en fotocopias bastante malas que traté de escanear lo mejor posible), pero no he podido tener más información (sobre todo el tramo del paso del fraile por las filas republicanas), porque quien tiene el tomito, y en uso de su derecho de propiedad, lo impide.

Pero fue para mí una grandísima sorpresa constatar algunas cosas, tras el conocimiento del caso. Me explicaré sucintamente, aunque el caso podría tener más recorrido.

Algunos de mis lectores recordarán que hace unos años avisé de la publicación en la siguiente dirección de internet http://www.badosa.com/bin/obra.pl?id=n285 de la novela Te pasarás al otro lado. Si se ha tenido la curiosidad y la paciencia de leerla (pues se publicó en capítulos, aunque ahora se la puede bajar entera) se verá que, no tan precisamente, el arranque de la trama se inicia con el rescate de un supuesto “seminarista”, por miembros de la Cruz Roja local, de las garras de quienes lo estaban maltratando y posiblemente lo hubiesen matado.

Cuando le conté al párroco esta coincidencia, fue cuando me informó de la existencia del sujeto y de su libro (y de quien lo tenía completo). Y no pude por menos que intentar conocer toda la peripecia, por esa grandísima coincidencia que yo había notado entre lo que imaginé en mi protagonista, al que llamé Leonardo Cifuentes (desde luego basado en ciertos hechos reales), y la realidad que sucedió con un sujeto concreto, el tal padre Claudio de Santa Teresa. Realidad y ficción confrontadas.

En el escrito leído pude constatar que este perseguido miembro de la Iglesia apelaba siempre a la ayuda divina o de sus intermediarios santificados, mas nunca, al menos hasta donde pude leer, hacía la menor autocrítica del por qué de esos sucesos y su virulencia. Ciertamente la Iglesia española, durante casi todos los años de dictadura posterior, nunca se planteó un examen de conciencia sincero (salvo casos excepcionales y el periodo desde el Vaticano II a Tarancón, que hizo signos en ese sentido). El sufriente padre carmelita invoca claramente por la vuelta y retorno, en implantación total, del reinado de Cristo sobre España. A mi protagonista, lo llevo a plantearse, luego de sufrir su calvario, el sentido de todo ello, sus orígenes y sus consecuencias.

En sus tiempos, se colocaron los nombres de todos esos “caídos” por Dios y por España en lugares bastante visibles. Se utilizaron todos los casos de muertos o asesinados indiscriminadamente, que tal vez en más de uno esos muertos lo fueron más por desgracia que por convicción. Se elevaron también santos a los altares. Y, supuestamente, existe un movimiento para que este próximo año se pase un buen listado de personas pertenecientes a la Iglesia (o militantes determinados), que en aquella desgracia sufrieron la muerte en nuestra provincia de Jaén, con la intención de declararlos con toda la oficialidad del Vaticano mártires de su fe.

Todo ello paralelo, pero sin parangón ni comparación, con el otro movimiento de la llamada “memoria histórica” que pretende rescatar del olvido a sus propios muertos.

Y, curiosamente, en el escrito que os pasan ahora por capítulos deberá salir una referencia, repetida varias veces, sobre un “rojo” bueno. Sí, el fraile reitera que, por la acción decidida de un tal Alejandro Moraga (al que califica de dirigente del socialismo local y del que estoy tratando de encontrar más datos), salvaron él y otros la vida. También se la salvaron tras su captura en Jódar. Y nos debería dar que pensar, antes de volvernos al fondo del maniqueísmo de buenos y malos, tan usado como la corriente alterna en dos polaridades cambiantes; que también pudo haber muchos buenos entre los que luego fueron injustamente asesinados, tras la victoria.

Tal vez así podamos llegar a comprendernos, al fin.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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