
Tras el buen sabor de boca dejado por el curso anterior con sus diferentes ciclos y películas: Vittorio de Sica (Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán, Umberto D y Matrimonio a la italiana); Luis Buñuel (Viridiana, El ángel exterminador, Simón del desierto y Belle de Jour); Ernest Lubitsch (Ninotchka, El bazar de las sorpresas, Ser o no ser y El diablo dijo no); Carl Theodor Dreyer (Vampyr, Ordet y Gertrud); Luis García Berlanga (Bienvenido Mr. Marshall, Calabuch, Los jueves milagro, El verdugo y La
escopeta nacional); Espacios Diversos (Sin nombre, Anclados, Contracorriente y Flor del desierto); Cine y Vida Religiosa (Diálogo de carmelitas, Los lirios del valle y La canción de Bernardette); Blake Edwards (Desayuno con diamantes, La carrera del siglo, Días de vino y rosas, El guateque y La mujer perfecta)… nos fuimos, todos los cinéfilos ubetenses, a las vacaciones estivales de 2011 con la ilusión de que pronto llegase el próximo curso en el que, nuevos ciclos con películas inolvidables, temas interesantes y añorados ratos de tranquila y sana expansión, nos estarían aguardando…
Pero, mira por donde ‑en el ínterin‑, cambió la corporación municipal de nuestro ayuntamiento y, cuando llegó octubre, todos los aficionados al cineclub “El Ambigú” nos sentimos defraudados, porque la nueva corporación no tenía en sus planes seguir usando, por las tardes, el Palacio don Luis de la Cueva, que tan bien nos venía a todos, pues era el sitio ideal por su coqueto y recogido local en rampa, con sus cómodos sillones, teniéndolo todo tan a la mano…
Iban pasando los meses y los propios amigos y aficionados nos preguntábamos si se reiniciaría esta necesaria e imprescindible actividad cultural, que siempre enriquece a nuestra amada Úbeda, o habría finiquitado por muerte súbita, puesto que no teníamos local adonde llevar a cabo las proyecciones… Pero hete ahí que, ante la insistencia de Andrés y Juan ‑o Juan y Andrés, que tanto monta, dos monstruos de la insistencia y del buen hacer por el cine…‑, consiguen entrevistarse con el concejal de turno y que se incluya este asunto en un pleno municipal hasta que, por fin, el 1 de marzo de 2012 recibimos la grata noticia de que volvían a comenzar las proyecciones cinematográficas; pero esta vez, en el Hospital de Santiago, en una salita pequeña de la primera planta: la del club de lectura “Antonio Machado”, al lado de la biblioteca infantil, aunque empezamos en la sala Julio Corzo; y eso que alguna vez ha fallado la proyección semanal de los jueves, porque congresos o reuniones más importantes (?) han usurpado nuestro espacio… Eso sí, a una hora más temprana que el curso anterior: las ocho de la tarde…
Al ser entrada libre y gratuita, se ha podido hacer realidad el viejo proverbio: «Lo regalado, ni agradecido ni pagado». Si la entrada a estas escogidas películas fuese pagada, seguro que el público asistente sería más numeroso…
Con el ciclo René Clair, sentimos el optimismo cinematográfico a través de cuatro historias muy bien contadas. A veces, en un ambiente un tanto sórdido ‑y pasado de moda‑ de nuestra vecina Francia, se reconoce la alegría desbordante del vivir cotidiano del ciudadano anónimo, que magistralmente nos supieron transmitir directores y actores para conseguir que saliésemos impactados con las emociones y vivencias recibidas…
Con La trilogía de Apu, viajamos a la India del siglo pasado con toda su crudeza y vitalidad, en un blanco y negro desleído, que remarca, aún más, la fotografía de la época. Apreciamos una manera distinta de hacer cine con actores excepcionales; sufrimos con cada película un aldabonazo triste y esperanzado de que la vida de Apu fuese a mejor…; aprendimos, en fin, la dureza de su vida cotidiana, desde que nuestro amado protagonista nace en una familia pobre con ansias de aprender y ascender en la vida; hasta que se enamora y es padre, asumiendo, finalmente, la ineluctable responsabilidad de la paternidad que tanto le cuesta aceptar, porque se queda sin su amada esposa…

¡Fue un auténtico lujo y una oportunidad de oro poder disfrutar de estos cuatro grandes clásicos que nadie debería perderse…!
Nos proporcionaron una visión enriquecedora de cómo la imaginación, el amor y la vida personal ofrecen oportunidades que, si no se tiene empatía para entenderlas y acogerlas, se pierden oportunidades de oro para ser feliz, aunque sea por breves momentos…
Siempre es de agradecer ese celo, ese encendido amor al cine con que Juan ha elaborado los carteles de los diferentes ciclos, dignos baluartes para guardar por cualquier coleccionista empedernido que sepa valorar el trabajo bien hecho… Y cómo no hacer lo mismo con Andrés, alma máter, del cineclub El Ambigú y la revista La Muralla que, con su sabiduría fotográfica y artística, añadida a su pausado proceder, ha sabido imbuirnos unas ansias de aprender cine con las improvisadas explicaciones que nos ha dado antes de todas las proyecciones, poniéndonos la miel en los labios, para que deseásemos visionar ‑celosamente‑ la película que todos los jueves nos ha regalado. ¡Gracias a los dos, por todo…!
Todos esperamos fervientemente el comienzo del nuevo curso cinéfilo, cual enamorado que desea tener al objeto de su amor lo antes posible… Mientras tanto, siempre nos quedará el recurso de visitar su web (http://cineclubambigu.com/) para remediarlo…
Úbeda, junio de 2012.