14-06-2010.
No entendía yo por aquellos días las lecciones de Cleotas. Se empeñaba en hacernos ver que el mundo era el resultado de la confluencia del principio activo que representa el dio Eros, y que se concreta en al atracción mutua de los sexos, y del principio de la discordia que se ampara bajo la protección de Eris. Tampoco podía entender que la discordia se pudiera desdoblar en dos esencias: una negativa, que desencadena las luchas y los conflictos; y otra positiva, que en gran medida promueve el trabajo y el bienestar dentro de la pacífica competencia.