03-04-2010.
Una sala con setenta u ochenta muchachos adolescentes, que hacíamos gimnasia a diario, que jugábamos a fútbol y a balonmano, que practicábamos atletismo y que sólo nos duchábamos una vez por semana, seguramente olía a todo menos a tabaco. Este hecho, que hubiera hecho palidecer a un pastor alemán de aeropuerto, entrenado en la detección de droga, no arredraba lo más mínimo a nuestro querido inspector.
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