Échame a mí la culpa

26-08-2009.
Me había prometido dejar de escribir sobre temas de educación y enseñanza, mas una carta que circula por el correo electrónico me hace entrar otra vez en materia. Dejando atrás las motivaciones y acusaciones meramente políticas de esa nota, estoy de acuerdo en el sentido de la misma: que el cuerpo de maestros se ha dejado manejar y en consecuencia les dan lo que se merece.

Pero no es malo analizar la génesis de esta situación.
Que ser maestro era (y lo es) algo así como un mal menor para muchos fracasados de universidad y aspiraciones, es una verdad recurrente; como lo es que la consideración social que ha tenido (y tiene) no es la mejor precisamente. Se dice que sólo en tiempos de la República se intentó mejorar la enseñanza y, por lo tanto, empezar por mejorar la cualificación y situación social de los docentes. De todos es sabido que luego pasó lo que pasó y, tras la depuración, la enseñanza se dejó, otra vez, en manos de los curas y las monjas; y lo público anduvo en precario, tanto en lo material como en la calidad.
Una de las situaciones que se admitieron fue dejar que a simples maestros de taller, que entraban como especialistas en la Formación Profesional, les adjudicasen mejor nivel económico y de calificación funcionarial que a los maestros de escuela. Y eso pasó hace muchos años.
Luego vino el desmantelamiento del Cuerpo de Directores, que lo eran por oposición. Y todos asistieron en silencio o incluso con asentimiento ante tal desafuero; porque desafuero injusto lo fue. Y somos culpables de esa condescendencia, que ‑no nos dimos cuenta‑ repercutiría luego en nuestra contra. ¿Por qué? Pues, porque colocando a directores (supuestamente de modo democrático),se daba paso a la ubicación de afines e inútiles (en muchos casos), sólo atentos a su propia promoción personal (tengo en mente casos muy concretos); y, por consiguiente, cómodos para la administración educativa.
Se ha llegado, en lógica deriva de lo anterior, a establecer otra vez un casi nuevo cuerpo de dirección, pues se les facilitan las prórrogas en los cargos (incluso sin ser votadas) y se les consolidan grado y sueldos. Este núcleo directivo acepta así las reformas y reformillas, por descabelladas que sean, y las imponen en sus centros o permiten que se las impongan, aunque no haya consenso entre los miembros de los claustros.
Se nos vinieron encima las reformas (desmantelamientos) de los años ochenta e inicio de los noventa, pese a la huelga (última de gran importancia) que hubo. Como los sindicatos (todos y no sólo la UGT) son anuentes con estos experimentos novedosos y mucho personal ve en ellos la oportunidad que no tendrían, si todo se anduviese y llevase moderadamente, pues vamos padeciéndolo todo, con sus nuevas remodelaciones y pasos atrás o rodeos, vacilaciones e indefiniciones, que sólo crean indefensión administrativa, incógnitas, desazón y muchos agravios comparativos.
Véase, si no, la que atañe a la forma de trasladarse. El concurso general de traslados entre maestros era hasta cierto punto transparente y controlable: se sabían las plazas por las que se optaban, se podían comparar las puntuaciones por si había errores, se presentaban los datos provisionales desglosados y, es verdad, se tardaba bastante en saber el resultado. Pero era un mal menor, porque no había mucha trampa. Ahora se aguantan concursos a ciegas, en los que escamotean muchísimas plazas que están vacantes y no las cubren, porque nadie sabe las que van a sacar (permitiendo queden para ajustes discrecionales); las puntuaciones son indescifrables, y así se ve con sorpresa que personas, que en teoría debieran estar detrás de uno, tienen puntos por un tubo, adjudicados en los apartados más peregrinos.
Como además se ha pasado a múltiples especialidades(y ya la repera es el nuevo invento del bilingüismo, que está cerrando las puertas de moverse a muchos maestros con la tira de puntos/años a sus espaldas), estos concursos van a ser cada vez más restringidos (sólo para los espabilados) y muchísimo menos generales.
Por eso hay tanto ardor en liderar cursos y cursillos, en manejar CEP. Que todo ello les rinde a los que se benefician de estas oportunidades. El estar exclusiva y necesariamente en labor docente directa no permitiría nada de ello. Y se consiente que nos den el chocolate del loro, obligándonos a esos cursos fuera de horario docente y adjudicándonos unos miserables puntos, regateados. Y hemos dado lugar a ello con nuestra pasividad general y la de todos los sindicatos, en particular.
Las autoridades educativas, mientras, largan mucho discurso de rimbombantes palabras, retórica manida, de apoyo y reconocimiento a los docentes. En realidad, nubes de humo de distracción y mero maquillaje. El deterioro de la profesión se sigue padeciendo, sobre todo en la enseñanza pública que dicen defender tanto autoridades como sindicatos. El deterioro social, también. No interesa nada más que quede bien, cara a la galería (léanse supuestos votos); y si hay que dejar al cuerpo de magisterio a los pies de los caballos, pues se le deja. Son los cuidadores de la chiquillería y punto.
Que se vayan adoptando decisiones (y los sindicatos las aceptan, no lo duden) que les vayan recortando esos privilegios de cara a la sociedad, pues se les recortan; y en esto han sido agentes activos muchos, desde dentro de la profesión, que consideraban ellos (sus fines particulares aparte, desde luego) que éramos unos privilegiados.
Fíjense (aunque parezcan minucias, no lo son): anuladas las matrículas gratuitas para hijos de maestros; anuladas las residencias de ocio; la Mutualidad específica anulada (menos mal que todavía se mantiene MUFACE); anulada en las oposiciones la fracción de reserva para hijos de maestros. El perfeccionamiento, de hecho obligatorio, debe hacerse en horario fuera de docencia, cuando en otras estructuras administrativas se incluye como laboral y se prima con dietas.
Ni una comida o cena a costa del erario público, por ser Día del Docente, nos podemos permitir… Es de recordar que estos gajes todavía existen en otras corporaciones administrativas y entidades privadas. ¡Pero cómo iban a mantenerse para los maestros con los privilegios que ya tienen…! Que hemos consentido, es indudable.
Lo que hace tantísimo tiempo debimos haber formado, que era un Colegio Profesional, ni se nos ha dejado intentarlo. Y cualquier carrera, profesión o grupúsculo, por más peregrino o minúsculo que sea, lo tiene. ¿Qué ‑si no‑ quiere decir todo esto? Pues que tenemos sólo y únicamente lo que nos merecemos.
Así que, no echemos sólo la culpa al gobernante actual (que la tiene); sino empecemos por echárnosla a nosotros mismos: será más realista y sincero.

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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