Poesía inédita, 9

13-06‑2009.
134
Atardeceres
[…]
‑2‑

Y ahora ni creerán que pudimos volar
por los contornos heredados de aquel fuego.
Y aquí estamos,
creyendo en las fábulas,
en los ogros de los cuentos,
en las sombras de tu luz
y en las alas de los ángeles.
‑5‑
Dije soledad.
Entonces nos despide el sol
y se desnuda el horizonte lejos.
Un punto suspensivo te dice que aún existe
el atardecer de los gatos pardos
y de todos los besos gastados.
Me devuelves un cuerpo adolescente
sembrado entre los musgos
de hace lo menos veinte años.
Heme aquí, recordando este paisaje
de otra tarde de toros.
‑9‑
Había otros seres en aquel racimo
otra cosecha había y otros pecados,
había otros deseos y otras cenizas,
había otros sabores a mosto recién hecho,
otros espejos cómplices había en aquella extraña cama.
Había descanso en la cansada
tarea de fabricar la tierra prometida.
Dulce y tierna a la vez,
fresca y suave,
nos mordió la manzana
de aquella bellísima parábola.
 
135
Nocturnos
[…]
‑2‑
Cae la música como ojo en vigilia,
desde tu imperio,
en donde siempre hay una nota rebeldemente roja.
Cae entre ardor y piel,
la memoria se acuesta
y el parto de los montes se retira
a la región de las águilas sonoras.
Y el pájaro profeta te hace la pregunta:
¿Para qué fue rezarle tanto al santo
y tanto al Universo por tu vuelta?
‑9‑
Yo mismo fui un huracán
un pez
una cebra
mi propio hermano.
Me senté en una roca y dibujé
el entierro del mar en las arenas
el vuelo de las gaviotas
las barreras del viento
y el sabor del orgasmo entre tu nido.
La mutación es rodar para sentirse vivo.
Ahora me gano la vida de marioneta.
 
136
Preludios
Un poemilla en portugués.
[…]
‑III‑
E ainda nao chegaba o raio verde
pelo sonho de Mozart,
mas eu estaba alí,
con o meu beijo prohibitivo,
cheirando o argentino violoncelo.
Nao houve raio verde
na janela do corpo, que gozaba,
com o prazer do concertino de Eros.
‑IV‑
Era una tarde triste /
verano en los relojes
y un sonreír despacio;
sonaba entre los guiños /
un minueto viejo
que se moría
en la tarde.
Era una tarde nueva /
un tiempo entre la prisa
y un declinar el limo;
se hacía rescoldo manso /
el teclado de uvas
que se moría en la tarde.
Era una tarde en punto /
muñeca entre visillos
y un desear la siembra;
allí estaba el espejo /
la orquesta adolescente
y una nueva manzana.
Llenaba nuestro espacio /
un borbotón de agua
que se moría en la tarde.
Y se nos fue el veneno
por la consola del sabor a delias.
137
Eclipses
[…]
‑II‑
Pero todo termina siendo antiguo:
el crepúsculo,
la nube,
el alto cielo,
la gaviota
y el vino,
los geranios…
Todo mi espejo fallece en cada eclipse
con su existencia mordida,
el fugaz alivio
o la unión distante entre cristal y rostro.
Y es todo nuevo en su comienzo
‑V‑
Y luego soledad
         distancia
miedo
silencio
        lágrima…
y más tarde olvido.

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