090429

ROMANCE DE LA PÁGINA WEB
 
II
 
PROMESAS MINISTERIALES
 
¡Malhaya, una y mil veces!
¡Una y mil veces, malhaya!,

cuando este romancero,
sin mala intención, narrara
la visita más ilustre
que en su vida presenciara.
 
El hecho fue en Barcelona,
la capital catalana,
famosa por La Pedrera,
por las flores de Las Ramblas,
por la Sagrada Familia,
y por el Paseo de Gracia.
Por Joan Miró, por Gaudí,
por Serrat y por el Barça.
 
Eran años de burbujas
de champagne e inmobiliarias,
de colosales proyectos
y de ferias, destinadas
a promocionar viviendas,
en la ciudad o en la playa,
y a procurar que los precios
moderasen su escalada.
 
Estaba toda la Feria
bulliciosa y expectante.
—Se retrasa la ministra
—asegura el respetable.
 
Cuando, de pronto, el gentío
se calla, por un instante,
y Mariantonia Trujillo,
sobria, digna y elegante,
avanza con paso firme,
decidida, hacia adelante.
¡Qué guapa va la extremeña,
gentil, graciosa, arrogante,
escuchando los cumplidos
de empresarios importantes.
Ella dispensa sonrisas
como quien rosas reparte,
prometiendo buenos precios
y ayudas a los currantes.
 
Mas… ¡cuánto dolor vendría!,
cuando a las pocas semanas,
sin que bajaran los precios
ni las ayudas llegaran,
zapatillas Kelly Finders,
la ministra regalaba
a los mozos y a las mozas
que una vivienda buscaban.
 
Aunque parezca mentira,
aunque nadie lo pensara,
aunque nos cueste creerlo,
ni nadie lo imaginara,
el derecho a la vivienda,
por zapatillas, cambiaba.
 
Se hicieron solicitudes
y se despacharon cartas.
Se reclamaron subsidios
para poder comprar casa.
Pero, al final, quedó todo,
como casi siempre pasa,
en abundancias verbales
que no conducen a nada;
en promesas incumplidas;
en palabras… y palabras.
 
Ante sucesos tan tristes,
ante promesas tan vanas,
hasta los cielos se abrían
y hasta las piedras lloraban.
Pero al pobre romancero,
por contar lo que pasaba,
por relatar la verdad
nítida y acreditada,
ocultos tras una esquina,
sus amigos lo esperaban
‑en sentido figurado‑
con la escopeta cargada.
 
Bien oiréis lo que decían,
Angustiadas, las montañas:
—¡Teneos, amigos; teneos!
Volved al cinto la espada.
No culpéis a un mensajero
que nunca cometió falta.
 
¡Malhaya, una y mil veces!
¡Una y mil veces, malhaya!,
el día en que este romancero,
con intención buena y sana,
sin faltar a la verdad,
de frente y dando la cara
‑que es propio de caballeros‑
estos sucesos narrara.
***
 

(Continuará la próxima semana… si me dejan).
 
Barcelona, 26 de abril de 2009.

 

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