18-04-2009.
La educación permite “cargar” programas en el cerebro que se ajusten a la ética social
Nuestra vida social es una caja de resonancia de nuestras disfunciones cerebrales. Las imperfecciones de nuestra máquina cerebral afectan las relaciones en la familia, en el trabajo y en sociedad.
Cuando nos confrontamos con personas y situaciones de nuestro entorno, ¿por qué a veces juzgamos incorrectamente? ¿Por qué nos dejamos llevar por emociones? ¿Por qué nuestras reacciones son, en ocasiones, inadecuadas, maliciosas o insensatas? Es importante reconocer y tomar conciencia de las causas últimas de muchos malentendidos y de muchos sufrimientos inútiles, aún entre personas psicológicamente “normales”.
Cualquier interacción de la vida ordinaria entre la persona A y la persona B, puede ser descrita como
• una sucesión de intercambios de mensajes verbales y no verbales, que son secuencias de recepción de informaciones y
• entrelazada con la emisión de repuestas sucesivas entre los dos cerebros.
Por consiguiente, toda interacción binaria es una confrontación en sincronía entre dos cerebros cableados diferentemente, el de A contra el del B.
La máquina cerebral
Considerándolo separadamente y por sí solo, cada cerebro es una máquina praxeológica, es decir, un sistema de producción de respuestas a los estímulos que le vienen del mundo exterior.
Esquemáticamente, la máquina cerebral posee
• unas memorias (o redes) perceptuales que reciben y tratan las entradas de información;
• otras memorias ejecutivas que gestionan las salidas o respuestas;
• y entre ambas tienen lugar unos intensos procesamientos intermedios.
Nota: En lo que sigue, llamo memorias a redes o subredes de neuronas sinápticamente conectadas en unidades funcionales.
No sería muy riguroso imaginar al cerebro como un conjunto de procesadores ordenados en serie como en una línea de fabricación. Pero ese enfoque tiene cierto valor pedagógico cuando se describe la anatomía del sistema nervioso central.
En realidad, el modus operandi del cerebro es el de un procesamiento gradual con bucles, que avanza y reviene, como una orquesta que elabora iterativa, progresiva y conjuntamente los temas melódicos. Como en la orquesta, las zonas de actividad cerebral funcionan (casi) todas en cada instante, pero privilegiando por momentos conjuntos instrumentales particulares.
Disfunciones
La máquina cerebral no es tan perfecta como lo pretende la opinión, filosóficamente correcta. Y estas imperfecciones acontecen no solamente en casos patológicos, sino en las personas aparentemente normales y en sus comportamientos de la vida diaria. (Claro está que, dejando aparte las situaciones declaradamente patológicas, en algunas ocasiones, ciertas disfunciones son atribuibles a lesiones ocultas pero menores de tal o cual región del cerebro).
Siguen algunas de las disfunciones frecuentes agrupadas por funcionalidades.
I. ACTIVIDAD DE LAS MEMORIAS PERCEPTUALES
• Las señales que se refieren a un mismo “objeto” del mundo exterior son múltiples y emergen dispersas en la topología del cerebro. Provienen por una parte de la corteza sensorial y por otra de asociaciones de memorias preexistentes. Así reconocemos las formas y los objetos del entorno.
Esos miles de señales tampoco aparecen en simultaneidad. Por eso es necesario que algo agregue e integre esa diversidad de señales “intencionalmente” asociadas a un mismo objeto.
• El proceso de reconocimiento de forma y de identificación del objeto no es meramente pasivo. Entran en juego memorias asociativas de experiencias pasadas que rellenan los “huecos” de una información entrante incompleta, además de proveer el marco de clasificación. El objeto será identificado mediante comparaciones ascendientes y descendientes a lo largo de redes neuronales jerarquizadas. Finalmente, se producirá un “etiquetado” del objeto en las memorias semánticas.
Disfunciones
• La integración de las señales requiere sincronización de los ritmos al compás del metrónomo que es el cerebelo. Además, las diferentes localizaciones cerebrales deben sintonizar sobre la misma frecuencia de 40Hz generada por el tálamo. Cuando la sincronización y la sintonización no son perfectas por insuficiencias eléctricas o de neurotransmisores, aparecen disfunciones tales como la hiperactividad o el déficit de atención.
• El cerebro representa las situaciones no siempre de manera perfecta. Percibimos al otro como quizás no es. Las percepciones del mundo son incompletas. Por eso las memorias asociativas y declarativas preexistentes tienen que colmar los «agujeros» en lo “dado” (dato) y proveer el marco global interpretativo. Resultado indeseable: esas añadiduras activas del cerebro deforman a veces la imagen «objetiva» del objeto.
• Errores de identificación. Sobrevienen porque los procesos en bucle de reconocimiento de formas y de identificación son interrumpidos prematuramente, unas veces para disminuir el gasto energético del cerebro, otras por la urgencia del tiempo.
De esa manera fabricamos etiquetas interpretativas erróneas de manera expeditiva. Un ejemplo entre miles: los prejuicios relativos al estatuto social, profesión, clase social, raza o sexo del otro. Es más rápido y económico servirse de estos estereotipos culturales que son abstracciones almacenadas en el neocórtex como etiquetas simplificadoras.
II. PROCESAMIENTOS INTERMEDIOS
Tienen lugar en dos instancias: la límbica y la cortical. Aunque, repetimos, funcionan en bucle y no de manera estrictamente secuencial.
La amígdala y el córtex orbitofrontal acoplan las entradas sensoriales a redes informativas sobre estados emocionales y somáticos.
Instancia límbica
• Los estímulos sensoriales, inductores primarios, producen placer o aversión en zonas específicas de la amígdala. Sobrevienen entonces reacciones motoras, autónomas y endocrinas que son las expresiones emocionales que hacen que el “yo” se implique bajo la forma de conciencia corporal.
• La situación planteada puede dar lugar a la acción, es decir, a la respuesta o a la inhibición.
Instancia cortical
• Antes desencadenar la respuesta, paralelamente con los mecanismos límbicos, entran en cooperación las funciones de anticipación y de planificación del córtex prefrontal, ya que el córtex crea por asociación imágenes del futuro y es responsable de los comportamientos orientados hacia la consecución de finalidades.
Disfunciones
Las disfunciones se traducen en: a) lanzamientos inapropiados del programa de acción; b) bloqueos, inhibiciones de la respuesta.
La consecuencia visible del lanzamiento inapropiado es la producción de excesos verbales o acciones indeseables. Se trata de programas de acción incontrolados. Los filtros de la razón impedirían el lanzamiento de la acción a lo largo de la cadena constituida por los ganglios basales, córtex motor, cerebelo, etc.
Las perturbaciones emocionales que causan disfunciones tienen multitud de causas posibles. Por ejemplo:
• la asociación improcedente de la experiencia actual con una memoria ya vivida y “marcada” negativamente,
• el “recalentamiento” límbico,
• el estrés, la fatiga,
• la intolerancia de los efectos de la somatización de las emociones por la vía del sistema autónomo (simpático-parasimpático).
La incoherencia lógica de los razonamientos. Debida a ¿impregnación emocional, intereses personales? ¿A falta de inteligencia? ¿Qué es en neurociencias la falta de inteligencia? ¿Baja conectividad sináptica, falta de sensibilidad…?
III. MEMORIAS EJECUTIVAS
Las memorias ejecutivas, si non bloqueadas, concurren al “disparo” de la acción.
• Los estados emocionales pueden ser inhibidos por una de dos maneras: 1) A la raíz, por una cooperación límbico amigdalina preconsciente, para conseguir volver al estado de homeostasis emocional y biológica. 2) Al nivel consciente, el neocórtex junto con la región baso lateral amigdalina inhiben los “incendios” emocionales.
• La activación de las redes cognitivas y emocionales se prosigue en bucle constante hasta que es interrumpida por el disparo de origen límbico y/o basoganglial, bajo control neocortical más o menos presente. De ahí se sigue la respuesta o acción.
Disfunciones en la producción de respuestas
Los programas de acción provienen del sistema límbico y/o del neocórtex. En caso de programas competidores, habrá disfunción cuando prevalezcan indebidamente la razón o el sentimiento. Pero, decimos indebidamente, ¿con relación a qué estándar? Estamos bordeando la ética y no es tarea científica entrar en ese terreno.
Sin embargo, creo que en general se puede convenir en llamar disfunciones de comportamiento a los casos siguientes:
• Prevalencia del límbico en comportamientos paradójicos bien estudiados por los economistas. El miedo al riesgo o la ambición excesiva nos desvían de la decisión racional, a pesar de que la esperanza matemática de ganancia o utilidad sea claramente adversa. De ello sacan partido los Seguros (miedo), y las instituciones de juegos de azar (ambición). La aversión al riesgo y el gusto excesivo por el riesgo conducen a errores flagrantes de la estimación de probabilidades no solamente en el área económica sino en muchas áreas del comportamiento.
• Parálisis de la decisión por exceso de información o por déficit de combustibles bioquímicos del “motor” límbico. (Lo que corresponde a la expresión popular de falta de “testosterona”).
• Hiperracionalización inhumana: el síndrome del terrorista suicida. La capacidad crítica del cerebro es mucho más baja de lo que el racionalismo filosófico admite. Hay quien llega a suicidarse –y, lo que es peor, a matar a otros‑ por una “creencia” religiosa o política. (Los imperativos éticos y religiosos responden a cableados en las memorias declarativas). ¿Cómo explicar científicamente el acto del terrorista suicida en cuyo cerebro hay conflicto entre evitar el acto por miedo, límbico, y actuar según el programa cultural concurrente, neocortical? En casos menos extremos de la vida ordinaria se plantean conflictos similares entre programas de respuesta concurrentes.
• Comportamientos irracionales. Los programas que satisfacen los impulsos hedonistas de recompensa inmediata, (por ejemplo, por producción adicional de dopamina u otro neurotransmisor), prevalecen por encima del análisis neocortical, cuya función es imaginar y evaluar el futuro. Caso de la droga.
• El decisor Individuo, o conjunto de individuos, que tiene la responsabilidad de comprometer o asignar recursos de una organización. perplejo. No existe en las memorias ejecutivas ningún programa disponible para responder a los estímulos y que haya sido evaluado como deseable o adecuado por el complejo límbico-neocortical. En ese caso, predomina un estado de indecisión y hasta de miedo al riesgo que impide a los ganglios basales enviar mensajes al lóbulo frontal. Eso hace posible la difusión de emociones vagas y confusas y los comportamientos incoherentes.
UNAS IDEAS PARA CONCLUIR
1) Los errores de funcionamiento del cerebro normal ocasionan diariamente malentendidos y conflictos. Moralmente, no siempre son enteramente imputables al sujeto, puesto que corresponden a las limitaciones de nuestro cerebro o a lesiones menores. Otras veces las causas hay que buscarlas en programas que nuestra biografía ha almacenado en nuestras memorias, condicionando percepciones, emociones y comportamientos. En suma, motivos para la comprensión y la tolerancia.
2) Es más preocupante que esas disfunciones cerebrales afecten a los gobernantes. Algo que queda de manifiesto a través del análisis lógico de su estructura de discurso y de su comunicación no verbal, que hoy nos es dado realizar delante del televisor.
3) La adquisición de una amplia panoplia de respuestas para compensar en parte las deficiencias de nuestra máquina imperfecta, debiera ser uno de los objetivos mayores de los proyectos educativos. La educación permite “cargar” programas en el cerebro que se ajusten a la lógica de las situaciones y a la ética social, requeridas en las interacciones futuras.
Blas Lara es catedrático emérito de la Universidad de Lausanne en Suiza
y editor del blog Negociación de Tendencias21.
Artículo leído 14 724 veces.
y editor del blog Negociación de Tendencias21.
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Nota de la Redacción:
Blas ya es socio nuestro. Empezó en Villanueva del Arzobispo y de allá lo llevaron a El Palo malagueño, para seguir luego en El Puerto. Hemos recibido de él este mensaje:
Con un abrazo fuerte a los antiguos de la Safa, especialmente a mis antiguos compañeros de Villanueva del Arzobispo de los años 1946-1948. Son muchos, pero estoy casi seguro de recordarlos a todos individualmente. Si alguno de ellos reacciona, me dará una gran alegría, que asociaré al recuerdo nostálgico y afectuoso del padre Aldama, Pérez Romero, Isaac Melgosa, Fernando Cueto, Louis de Pontcharra, y otros tantos.