26-02-2009.
No hace mucho tiempo…
De los maestros de la República he aprendido el difícil oficio de enseñar a aprender, que tantas satisfacciones me ha proporcionado durante los cuarenta años que llevo en la docencia. Mi escuela, como enseñaba Giner de los Ríos, ha sido un taller de
[…] escolares activos que piensan, que hablan, que discuten, que se mueven, que están vivos, en suma, y cuya fantasía se ennoblece con la idea de una colaboración en la obra del maestro […].
Esto procuré y, con mayor o menor fortuna ‑dependiendo de las circunstancias‑, lo conseguí en los veintidós últimos cursos de magisterio. Me jubilo al finalizar el curso actual y lo hago con la misma ilusión que tuve el primer día que entré en un aula, en el cada vez más lejano Puerto de Santa María.
Un año antes, en 1966, haciendo prácticas en Úbeda, preparé un juego dramático‑musical, que representamos en junio con doce alumnos de 5.º de Primaria. Entre los espectadores, se encontraba el rector del colegio San Estanislao de Málaga, entusiasta de este tipo de actividades complementarias en la formación académica. Se acercó para felicitarme por la inédita experiencia y nos invitó a repetirla en la fiesta fin de curso de su colegio, a lo que accedieron gustosamente mi maestro, don Francisco Corpas, y el padre Navarrete, director del Centro. Ni qué decir cómo lo pasamos los tres días en la “Ciudad del paraíso”, como llamaba Vicente Alexandre a Málaga, probablemente por el exquisito “Quitapenas oro” que degusté por primera vez, invitado por mi maestro de prácticas, que no dejaba de describirme las excelencias de la ciudad que, al poco tiempo, elegí para vivir.
Ahora, con cuarenta años de experiencias diversas, pero siempre fundamentadas en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, me despido de esta hermosa profesión con otro juego dramático ‑del que soy autor‑ sobre la historia de Málaga. Junto al periodismo informático, las maquetas y las salidas al centro histórico de la ciudad, No hace mucho tiempo… es una dramatización complementaria al academicismo didáctico en la enseñanza de la historia, basada en el descubrimiento, la creatividad y la cooperación, desde una visión crítica de nuestro pasado, en clave de humor. Una estrategia contra la desmotivación; un compromiso con un modelo de escuela participativa y democrática, fundamentada en el constructivismo del aprendizaje.
En el Centro Cultural de la Diputación de Málaga, patrocinado por el Ateneo y la Diputación, con este juego dramático, en el que participa la totalidad del alumnado de 6.º de Primaria del colegio Jorge Guillén ‑no podía ser de otra forma en una escuela inclusiva‑, deseo homenajear, en mi despedida de las aulas, a los maestros de la República que sufrieron la represión franquista por fomentar una pedagogía activa y participativa, con un modelo en el que primaba el sentido crítico y la investigación. A todos ellos, gracias por haber sido mis maestros en esta apasionante aventura de la educación.